La Sociedad Norteamericana es heredera de la concepción originaria de sus padres creadores, como son:
·
La Libertad de pensamiento, de
palabra, de emprendimiento, de competencia económica y comercial;
·
La igualdad de todos ante la Ley;
·
El derecho a ser juzgado por sus iguales, presumiendo la
inocencia mientras no se demuestre lo contrario;
·
La inviolabilidad de la privacidad y
del domicilio, que solo pueden ser alterada por las autoridades con una legitima
orden judicial.
Esas columnas de la
convivencia social y del derecho universal a la búsqueda de la felicidad,
confirieron la reconocida excepcionalidad histórica de la sociedad
norteamericana y han sido la base y, al mismo tiempo, el mecanismo de alcanzar la prosperidad y el
desarrollo excepcionales que distinguen a esta gran nación respecto al resto
del mundo.
La humanidad ha desarrollado diversos estadíos y formas de existencia desde el punto de vista de la
economía, del desarrollo y la utilización de sus recursos, de la organización
de toda la vida social.
Y aunque el incesante
desarrollo del progreso, del avance desde formas primitivas de organización hasta
el presente, ha transcurrido en forma ascendente, también ha tropezado con
retrocesos de la libertad como forma básica de la existencia, impulsadas por
ideas que favorecen la dominación y subordinación de la sociedad a minorías, aspirantes al poder absoluto sobre sus
semejantes.
El intento más
distintivo, y puede calificarse de ser original
fue el llamado a “proletarios del
mundo, uníos”, generado a partir de
la teoría de la plusvalía, y la “necesidad de barrer a los capitalistas y sus
sirvientes”, convertida en un llamado
a la insurrección social y a la toma del poder en nombre de esos
proletarios, explotados por El Capital, convertidos mágicamente en la única clase social destinada a comandar al resto
de los demás seres humanos.
Ese llamado a la
insurrección, para asaltar el poder por la fuerza, introduciría a la sociedad en
una especie de igualitarismo; erradicaría las enormes
diferencias sociales entre ricos y pobres; y para llevarla a cabo, debía ser encabezada por la
clase obrera, organizada y dirigida por un infalible Partido Comunista, designado de
antemano, como la Fuerza Dirigente Superior
de la Sociedad Humana.
Y todo el que no acepte
ese principio es un enemigo de clase
de la peor especie. Un traidor a la
especie humana. Un monstruo de los
pantanos con una sed de sangre inagotable, los peores
instintos y las tácticas más
despreciables, que debe ser combatido y erradicado escrupulosa y sistemáticamente.
El paso inicial para asegurar el éxito es despojarle de sus bienes y riquezas,porque
ese el arma, instrumento y base de la
opresión.
Ese primer “acto” que
puso en práctica esa teoría con éxito, fue la llamada Revolución de Octubre, en 1917 en la Rusia imperial. El grupo
dirigente de esa Revolución social y económica se apoderó de la Rusia Imperial,
barrió a cuanto “enemigo de clase”
les pareció, ejecutaron de una u otra forma a la familia imperial, desarrollaron
ese poder omnímodo y lo extrapolaron
a todo el universo a través de la
Internacional Comunista, organización internacional para replicar esas
acciones en todas partes del mundo, totalmente subordinada a esos intereses soviéticos.
Soviet fue el vocablo
que adoptaron para llamar a los consejos que tenían a cargo ejecutar esa
política y administrar los bienes incautados, organizar la defensa de esa
sociedad y administrar sus destinos. El nuevo “estado” revolucionario y de
clase. De ahí, el estado multi-nacional que unía a varias Repúblicas,
territorios y nacionalidades, se llamó Unión Soviética.
Se identificó como el poder proletario. En Rusia y en el
mundo. Y en el altar de los líderes del proletariado, Lenin se unió a Marx. El creador de la religión fue acompañado de ahí en adelante, por quien que la realizó, la cuida y la pone en práctica.
Las nuevas realidades,
la propaganda, la penetración de los agentes de la Internacional Comunista, los
resultados del caos introducidos por la Primera Guerra Mundial, crearon otros
actores y ejecutores de la teoría de cómo apoderarse del poder. Y de cómo
conservarlo y desarrollarlo. Nació el primer movimiento globalista, que aspiraba a dominar a todos los paises
del planeta, bajo una bandera, organización y forma de vida únicas.
En la Alemania de los años
30 del siglo XX hubo dos movimientos subversivos contra-puestos. Un grupo de filosófos marxistas en Frankfurt se dedicó a analizar los
resultados del culto a la lucha de clases del proletariado, mientras otro grupo de muy diversos origenes creó el Nacional Socialismo.
Los primeros,
comprendieron que no podían quedarse en Alemania cuando los
Nacional-Socialistas asaltaron al poder. Eran totalmente enemigos jurados y los Nazis, violentos e intolerantes en extremo.
Por lo tanto, los filosófos emigraron. Tan
rápido cómo les fue posible.
Los violentos
ascendieron con tal fuerza al poder absoluto en Alemania que finalmente
desataron la Segunda Guerra Mundial. No sin antes pactar con el líder del
proletariado, Joseph Stalin, cabeza de la entonces URSS, transformada de
Imperio Ruso a Dictadura del Proletariado y
ejemplo “excelso” de como ejercer esa Dictadura
Pero, dos líderes no
cabían en un solo mundo y los Nazis decidieron acabar con sus hasta entonces
amigos, el Stalinismo, invadiendo militarmente
y sin piedad, a Rusia, ahora la URSS proletaria . Todos sabemos en qué terminó
esa horrible tragedia, hija del deseo de dominar el mundo. La verdadera y única
potencia, los Estados Unidos de América, fue el eje de la victoria. Y en “compensación
y reconocimiento” de sus sacrificios en la guerra, fue obsequiada en la
Conferencia de Yalta por F.D. Roosevelt con Europa del Este.
Por su parte, los
marxistas de Frankfurt, al salir de la Alemania Nazi, vinieron a anidar en la
Universidad de Columbia, en New York. Allí progresaron y desarrollaron su nueva
forma de “ganar el poder”, ya que según su razonamiento, la “lucha de clases”
de “proletarios vs capitalistas” no era suficientemente masiva, ya que que los no-obreros debían
participar en la masividad, para hacer posible el triunfo. Razonaron que la
lucha necesitaba una forma más masiva y general de contradicción, voluntades de
cambio que movieran a toda la sociedad y no únicamente a la clase obrera, y crearon “victimas contra victimarios”.
Ya no era
exclusivamente una lucha entre clases sociales contrapuestas. Cualquiera podía
ser victima y cualquier otro, a
conveniencia, ser declarado victimario. Muy eficiente para masivizar las
contradicciones sociales y generar el caos a todo nivel de agrupación humana. La
regla básica para intentar destruir el orden social: generar el caos, las
protestas de calle, la fanatización podía ser encausada a cualquier grupo social,
racial, político, sindical, cultural, o de cualquier otra índole.
Claro está que sembrar
ese paradigma en una Universidad que crea profesionales de todo tipo que en un
plazo de tiempo serán los profesores, maestros, jueces, abogados, oficiales
públicos, y ocuparán las demás posiciones
en el orden social, pronto contaminó a otras universidades, centros de
enseñanza, y se extendió scialmente a grupos de todo tipo.
La primera consecuencia
pública de ese caos sembrado en la sociedad fueron las protestas contra las
acciones del Senador McCarthy tratando
de evitar la infiltración comunista. Y después, contra la Guerra de Viet Nam, donde las Fuerzas Armadas Norteamericanas
ganaban batallas militares en el campo por el día, y las perdían en los
noticieros de TV al anochecer, a consecuencia de estados de opinión contra el
poder, en los propios Estados Unidos, gracias a los nuevos defensores del derecho a protestar.
A partir de esa época
la existencia de ese movimiento de “victimas contra victimarios” fue creciendo,
hasta lograr que un supuesto representante de las víctimas, en este caso por el
color de la piel, fuera prohijado por el Partido Demócrata y milagrosamente
investido como primer Presidente “de color” de los USA: Barack Hussein Obama.
Este período consolidó
la creación de huestes de “victimas”, transformó el papel que el Presidente de
la nación más poderosa e importante del mundo representaba en la esfera mundial,
creando una nueva forma de “poder avergonzado de serlo” y cosas de esa
naturaleza, confirmando la importancia gigantesca de que las víctimas son
reales, ahora poderosas y que exigen ser
tratadas con preferencias y concesiones.
En este período terminó
de gestarse otro nuevo líder mundial del globalismo.
El propio Obama firmó, a nombre del país, la subordinación al nuevo poder en
2014, adscribiendo el país a la tristemente célebre Agenda 2030, que era la fecha para desmontar las naciones que
históricamente han existido, y abdicar la soberanía
nacional de cada país a la soberanía
global de Naciones Unidas, disfraz que vestía la nueva oligarquía globalista que se apoderaba
del mundo, ahora de forma “legal”.
Esas “nuevas” Naciones Unidas, encabezadas por
el socialista ex-Presidente de Portugal,
António Guterres, bajo el liderazgo sobre Derechos Humanos de la Socialista ex-Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, con todas las
organizaciones subordinadas dedicadas a esa Agenda globalista de “derechos” de
géneros, de trans, de cualquier cosa que agrupe “víctimas”, que deben ser
compensadas y elevadas a todo puesto social.
En Europa, bajo el
auspicio del entonces Presidente
Socialista de España, Felipe González, se había creado la Unión Europea,
bajo las mismas reglas, uniendo ahora fuerzas con la ONU y los globalistas de
todo el mundo para logar un primer paso del globalismo: hacer ir desapareciendo el rostro
indiviual de cada nación en favor de “la unión” cuyo Consejo se
convierte en el gobierno real de todos los países, subordinados a Bruselas,
fervoroso sirviente de todas la políticas a favor de las “victimas”. Globalismo
a pulso y por decreto.
En el oscuro período
que culmina el período presidencial de Obama, la contienda electoral se
polariza entre dos fuerzas:
·
ese creciente “proceso de satisfacer
los reclamos de las víctimas” que
transforma toda la concepción original de la nación fundada en 1776, estaba representada
en el continuismo del llamado Obamismo, en la persona de Hillary Clinton, una legítima representante de esa forma de pensar,
actuar y gobernar,
·
y en contra, el surgimiento de un patriota, creyente fiel
del Americanismo y de sus principios y valores, de Estados Unidos como líder del
Mundo y continuación de su prosperidad, a través de la Libertad, la Libre
Competencia y la Igualdad ante la Ley, en la persona de Donald J. Trump, un empresario exitoso, el
autor de la herramienta fundamental de la Libre Competencia: El Arte de Negociar, libro que sintetiza
esa forma de pensar y actuar, esa concepción de la esencia de la libertad
individual, empresarial y nacional.
No es necesario poseer
una inteligencia sobre-natural para comprender que el patriotismo representante
de los valores originales de la nación, concertó el más feroz odio de los globalistas, nacionales, e internacionales, ya
que todos ellos se ven enlazados por sus intereses de dominio global, que hasta
ese momento, pasaban, escondidos, sin gran oposición.
Y para los cuáles,
Estados Unidos era el único obstáculo
en conseguir el poder mundial, porque, aunque disminuído por años de traición a
sus orígenes, infiltrado por los globalistas y permitido por conservadores
comprados por intereses personales o de grupo, seguía siendo la potencia industrial, económica y militar a
derrotar para poder imponer el globalismo, cosa que hasta ese momento
habían logrado desde adentro,
carcomiendo sus principios y fortalezas y fomentando el poderío de China Comunista, aliada improvisada de
esos deseos.
La intensidad del odio,
de los ataques, de las historias y cuentos inventados, todos para embarrar el
prestigio del archi-enemigo que era Trump, no conoció límites. Utilizaron todas
las ramas del gobierno, visibles e invisibles, todos los aliados del mundo,
abiertos o disimulados.
Aún 10 años después,
siguen utilizando los mismos cuentos, las mismas historias fabricadas,
fomentando el odio acérrimo entre sus fanáticos, entre las estrellas de Hollywood, con la
televisión y la prensa radial y escrita, que poseen mayoritariamente y los
aliados de conveniencia, creados a base de pagos escondidos, subvenciones
ficticias, corrupción abierta o simulada, y un largo etcetera.
Como sabemos, Trump
venció en aquella contienda. La mayoría del votante norteamericano es afin a la
Libertad en la que ha nacido y vivido y
votó a su favor, creando una administración sin precedentes por los obstáculos
de todo tipo que presentaron para que su Programa lograra triunfar plenamente,
consolidando la Libertad y la Prosperidad típicas de la nación.
El globalismo, apoderado del Partido Demócrata, creó las más disímiles
retrancas al período presidencial de Trump, fomentó cuanta protesta y oposición
formal e informal, de calle y de salón, finalmente desatando el caos en muchas
ciudades norteamericanas, con cualquier pretexto. “Víctimas contra Victimarios”
a todo despliegue.
A partir de la “pandemia”, desatada sobre el planeta en
el período 2019-2021, y que costó millones de victimas a nivel global, hemos
sido testigos de la aceleración de los esfuerzos concertados del globalismo, de sus aliados y de sus
títeres, para dar el “golpe de gracia” a su anhelado propósito de ser los amos
y señores de la humanidad.
Un conjunto de acciones
y de los momentos usados y/o provocados para ejecutarlas, permiten encuadrarlas como hitos de esa
conspiración mundial. Ese accionar viene
“vestido” como proveniente de diferentes portadores de banderas
ideológicas-sociales-económicas-políticas,
de muy diversa naturaleza, color,
lenguaje socio-económico, pero todos, absolutamente todos, son parte principal,
accesoria o asociada, de ese monstruo, llamado globalismo, que es simplemente el deseo, explícito o implicito, de
imponer una forma universal de dominio sobre toda la humanidad por un grupo
humano “escogido”, apartir de cualidades excepcionales..
En las elecciones de 2020
se generaron factores y fuerzas de diverso tipo, comprensibles e
incomprensibles. Por efecto de la pandemia
- sospechosamente generada en un laboratorio chino, con financiamiento
soslayadamente norteamericano y providencialmente presente en el período final de
Trump, con logros objetivos pese a la oposición desmedida y recalcitrante de
los demócratas impregnados de la utilización de la victimización para generar
el caos social - la nación llegó a la batalla carcomida por la
infiltración de votos injusticables.
A pesar que Trump
obtuvo un volúmen de votos a favor históricamente estable, aparecieron casi 11
millones de votantes concurriendo al proceso que nunca antes votaron, existieron o se manifestaron. Ni después tampoco.
Le arrebataron la victoria a Trump.
¿ Para qué?
Para continuar el
proceso histórico de destruir a los
Estados Unidos desde adentro, tarea esencial del globalismo, con:
·
Fronteras abiertas con millones de inmigrantes sin
política alguna para manejarlos, que les convirtieron en un dolor de cabeza
nacional, económico, político y social.
·
Despilfarro de dinero que creó una terrible inflación, una
deuda nacional aplastante y una inestabilidad económica y financiera colosal.
·
Corrupción rampante para crear respaldo político,
institucional y social aberrante.
·
Política internacional vacilante, asociada a los poderes de
similar calaña en todo el mundo, comprometiendo seriamente la paz mundial y
regional
·
Fomento de guerras regionales y locales,
financiandolas y estimulando a sus aliados, como la Unión Europea, a
respaldarle, creando un clima internacional de inseguridad y potencial escalada
eterna. Esto, a sabiendas y a propósito, retroalimenta
el gasto público a niveles insospechados, disfrazando de “patriotismo” a la
corrupción, a la inestabilidad financiera y a la inflación.
Como era de esperar,
uno de los períodos de administración más oscuras de los Estados Unidos fue
complementado con la persecusión política
más abierta y descarada contra Trump y sus colaboradores, que permaneció
batallando por el patriotismo; incluso atentados
para asesinarle y otras barbaridades, que convirtieron a Trump en algo más
peligroso aún, para ellos, que antes: un patriota victima de los globalistas en el poder, un luchador incansable contra ese globalismo empoderado y un héroe de los valores fundacionales de la
nación.
El resultado: una
mezcla aplastante de atracción de votantes, naturalmente adherentes a los
principios originarios de la nación, representados por Trump; y una aplastante
antipatía por el calamitoso estado de cosas en la nación, que volcaba aún más
simpatizantes a Donald Trump, como enemigo jurado y representante de los que se
convirtieron en anti-demócratas.
La aplastante victoria electoral de Trump, convertido en Presidente
con un mandato expreso de llevar a cabo las tareas apremiantes de cambios al statu quo, ha vuelto a la nación
un circo, en que los fanáticos anti-Trump hacen el ridículo minuto a minuto tratando de impedir que cumpla lo que el
pueblo votó a favor,
·
utilizando los más maquiavélicos y
absurdos alegatos;
·
creando “resistencia”, fomentada en aquellos consistorios locales en que
dominan desde antaño;
·
la
interrupción de sus acciones en público;
·
una campaña de descrédito con los mismos slogans y frases prehechas desde
2016, fomentados por la misma prensa que
poseen y pagan;
·
prohibiciones “judiciales” por jueces de su pertenencia;
·
creación de nuevos “problemas” internacionales mediante la utilización de sus viejos aliados:
o
Gobiernos adheridos al globalismo en Canadá y Gran Bretaña,
o
En la Unión Europea,
o
En la OEA y las Naciones Unidas,
o
En las instituciones globales y
regionales pertenecientes a Naciones Unidas,
o
Y un largo etcetéra, en otras
organizaciones globalistas que ven sus posibilidades de extinción muy cercanas
por el triunfo creciente del patriotismo, en Estados Unidos y en países de
Europa, Asia y América Latina
Todo ello nos lleva una
conclusión tan clara como evidente: la lucha por regresar a Estados Unidos a
sus orígenes, a su grandeza, a sus principios, no terminó con ganar las
elecciones aplastantemente en Noviembre del 2024.
Y no terminará hasta
que los enemigos de la humanidad, representados por el globalismo, no sean vencidos
en otros países, en Naciones Unidas, en la OEA, en la Unión Europea y las
organizaciones internacionales que fueron infiltradas y conquistadas.
Dondequiera que existen
esos enemigos, son utiliados en forma abierta o encubierta para generar estados
de opinión, protestas, inconformidades y sembrar la desconfianza a todos los
niveles y los patriotas amantes de los Estados Unidos y de sus raíces y
principios y los que respaldan a Trump debemos ser los primeros en comprender
que utilizarán a gente de todo tipo para generar esa frustración contra Trump
con apariencia de “legítima”, de “sanas” de “protección a…”
La trinchera que Trump
y sus partidarios ganamos aplastantemente con las elecciones, hay que defenderla.
Con la verdad.
Contribuir activamente
a que las mentiras, la propaganda, la desinformación y las falsas acusaciones
del globalismo, donde quiera que se producen, ya sean aparentemente inocentes o
malevólamente preparadas, requieren que sean desenmascaradas.
La libertad en juego no
es solamente la de Trump. Es la de todos.