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Friday, March 14, 2025

Mundo Libre Versus Globalismo

 La Sociedad Norteamericana es heredera de la concepción originaria de sus padres creadores, como son:

·        La Libertad de pensamiento, de palabra, de emprendimiento, de competencia económica y comercial;

·        La igualdad de todos ante la Ley;

·        El derecho  a ser juzgado por sus iguales, presumiendo la inocencia mientras no se demuestre lo contrario;

·        La inviolabilidad de la privacidad y del domicilio, que solo pueden ser alterada por las autoridades con una legitima orden judicial.

Esas columnas de la convivencia social y del derecho universal a la búsqueda de la felicidad, confirieron la reconocida excepcionalidad histórica de la sociedad norteamericana y han sido la base y, al mismo tiempo,  el mecanismo de alcanzar la prosperidad y el desarrollo excepcionales que distinguen a esta gran nación respecto al resto del mundo.

La humanidad  ha desarrollado  diversos estadíos y formas de  existencia desde el punto de vista de la economía, del desarrollo y la utilización de sus recursos, de la organización de toda la vida social.

Y aunque el incesante desarrollo del progreso, del avance desde formas primitivas de organización hasta el presente, ha transcurrido en forma ascendente, también ha tropezado con retrocesos de la libertad como forma básica de la existencia, impulsadas por ideas que favorecen la dominación y subordinación de la sociedad a minorías,  aspirantes al poder absoluto sobre sus semejantes.

El intento más distintivo, y puede calificarse de ser original fue el llamado a “proletarios del mundo, uníos”, generado  a partir de la teoría de la plusvalía, y la “necesidad de barrer a los capitalistas y sus sirvientes”, convertida en un llamado a la insurrección social y a la toma del poder en nombre de esos proletarios, explotados por El Capital,  convertidos mágicamente en la única clase social destinada a comandar al resto de los demás seres humanos.

Ese llamado a la insurrección, para asaltar el poder por la fuerza, introduciría a la sociedad en una especie de  igualitarismo; erradicaría las enormes diferencias sociales entre ricos y pobres; y para  llevarla a cabo, debía ser encabezada por la clase obrera, organizada y dirigida por un  infalible Partido Comunista, designado de antemano, como la Fuerza Dirigente Superior de la Sociedad Humana.

Y todo el que no acepte ese principio es un enemigo de clase de la peor especie. Un traidor a la especie humana. Un monstruo de los pantanos con una sed de sangre inagotable,  los peores instintos y las tácticas más despreciables, que debe ser combatido y erradicado escrupulosa y sistemáticamente. El paso inicial para asegurar el éxito es despojarle de sus bienes y riquezas,porque ese el arma,  instrumento y base de la opresión.

Ese primer “acto” que puso en práctica esa teoría con éxito, fue la llamada Revolución de Octubre, en 1917 en la Rusia imperial. El grupo dirigente de esa Revolución social y económica se apoderó de la Rusia Imperial, barrió a cuanto “enemigo de clase” les pareció, ejecutaron de una u otra forma a la familia imperial, desarrollaron ese poder omnímodo y lo extrapolaron a todo el universo a través de la Internacional Comunista, organización internacional para replicar esas acciones en todas partes del mundo, totalmente subordinada a  esos intereses soviéticos.  

Soviet fue el vocablo que adoptaron para llamar a los consejos que tenían a cargo ejecutar esa política y administrar los bienes incautados, organizar la defensa de esa sociedad y administrar sus destinos. El nuevo “estado” revolucionario y de clase. De ahí, el estado multi-nacional que unía a varias Repúblicas, territorios y nacionalidades, se llamó Unión Soviética.

Se identificó como el poder proletario. En Rusia y en el mundo. Y en el altar de los líderes del proletariado, Lenin se unió a Marx. El creador de la religión fue acompañado de ahí en adelante, por quien que la realizó, la cuida y la pone en práctica.

Las nuevas realidades, la propaganda, la penetración de los agentes de la Internacional Comunista, los resultados del caos introducidos por la Primera Guerra Mundial, crearon otros actores y ejecutores de la teoría de cómo apoderarse del poder. Y de cómo conservarlo y desarrollarlo. Nació el primer movimiento globalista, que aspiraba a dominar a todos los paises del planeta, bajo una bandera, organización y forma de vida únicas.

En la Alemania de los años 30 del siglo XX hubo dos movimientos subversivos contra-puestos.  Un grupo de filosófos marxistas en Frankfurt se dedicó a analizar los resultados del culto a la lucha de clases del proletariado, mientras  otro grupo de muy diversos origenes creó el Nacional Socialismo.

Los primeros, comprendieron que no podían quedarse en Alemania cuando los Nacional-Socialistas asaltaron al poder. Eran totalmente enemigos jurados y  los Nazis, violentos e intolerantes en extremo. Por lo tanto, los filosófos  emigraron. Tan rápido cómo les fue posible.

Los violentos ascendieron con tal fuerza al poder absoluto en Alemania que finalmente desataron la Segunda Guerra Mundial. No sin antes pactar con el líder del proletariado, Joseph Stalin, cabeza de la entonces URSS, transformada de Imperio Ruso a Dictadura del Proletariado y  ejemplo “excelso” de como ejercer esa Dictadura

Pero, dos líderes no cabían en un solo mundo y los Nazis decidieron acabar con sus hasta entonces amigos, el Stalinismo,  invadiendo militarmente y sin piedad, a Rusia, ahora la URSS proletaria . Todos sabemos en qué terminó esa horrible tragedia, hija del deseo de dominar el mundo. La verdadera y única potencia, los Estados Unidos de América, fue el eje de la victoria. Y en “compensación y reconocimiento” de sus sacrificios en la guerra, fue obsequiada en la Conferencia de Yalta por F.D. Roosevelt con Europa del Este.

Por su parte, los marxistas de Frankfurt, al salir de la Alemania Nazi, vinieron a anidar en la Universidad de Columbia, en New York. Allí progresaron y desarrollaron su nueva forma de “ganar el poder”, ya que según su razonamiento, la “lucha de clases” de “proletarios vs capitalistas” no era suficientemente  masiva, ya que que los no-obreros debían participar en la masividad, para hacer posible el triunfo. Razonaron que la lucha necesitaba una forma más masiva y general de contradicción, voluntades de cambio que movieran a toda la sociedad y no únicamente a la clase obrera,  y crearon “victimas contra victimarios”.

Ya no era exclusivamente una lucha entre clases sociales contrapuestas. Cualquiera podía ser  victima y cualquier otro, a conveniencia, ser declarado victimario. Muy eficiente para masivizar las contradicciones sociales y generar el caos a todo nivel de agrupación humana. La regla básica para intentar destruir el orden social: generar el caos, las protestas de calle, la fanatización podía ser encausada a cualquier grupo social, racial, político, sindical, cultural, o de cualquier otra índole.

Claro está que sembrar ese paradigma en una Universidad que crea profesionales de todo tipo que en un plazo de tiempo serán los profesores, maestros, jueces, abogados, oficiales públicos,  y ocuparán las demás posiciones en el orden social, pronto contaminó a otras universidades, centros de enseñanza, y se extendió scialmente a grupos de todo tipo.

La primera consecuencia pública de ese caos sembrado en la sociedad fueron las protestas contra las acciones del Senador McCarthy tratando de evitar la infiltración comunista. Y después, contra la Guerra de Viet Nam, donde las Fuerzas Armadas Norteamericanas ganaban batallas militares en el campo por el día, y las perdían en los noticieros de TV al anochecer, a consecuencia de estados de opinión contra el poder, en los propios Estados Unidos, gracias a los nuevos defensores del derecho a protestar.

A partir de esa época la existencia de ese movimiento de “victimas contra victimarios” fue creciendo, hasta lograr que un supuesto representante de las víctimas, en este caso por el color de la piel, fuera prohijado por el Partido Demócrata y milagrosamente investido como primer Presidente “de color” de los USA: Barack Hussein Obama.

Este período consolidó la creación de huestes de “victimas”, transformó el papel que el Presidente de la nación más poderosa e importante del mundo representaba en la esfera mundial, creando una nueva forma de “poder avergonzado de serlo” y cosas de esa naturaleza, confirmando la importancia gigantesca de que las víctimas son reales, ahora poderosas  y que exigen ser tratadas con preferencias y concesiones.

En este período terminó de gestarse otro nuevo líder mundial del globalismo. El propio Obama firmó, a nombre del país, la subordinación al nuevo poder en 2014, adscribiendo el país a la tristemente célebre Agenda 2030, que era la fecha para desmontar las naciones que históricamente han existido, y abdicar la soberanía nacional de cada país a la soberanía global de Naciones Unidas, disfraz que vestía la nueva oligarquía globalista que se apoderaba del mundo, ahora de forma “legal”.

Esas “nuevas” Naciones Unidas, encabezadas por el socialista ex-Presidente de Portugal, António Guterres, bajo el liderazgo sobre Derechos Humanos de la Socialista ex-Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, con todas las organizaciones subordinadas dedicadas a esa Agenda globalista de “derechos” de géneros, de trans, de cualquier cosa que agrupe “víctimas”, que deben ser compensadas y elevadas a todo puesto social.

En Europa, bajo el auspicio del entonces Presidente Socialista de España, Felipe González, se había creado la Unión Europea, bajo las mismas reglas, uniendo ahora fuerzas con la ONU y los globalistas de todo el mundo para logar un primer paso del globalismo: hacer ir desapareciendo el rostro  indiviual de cada nación en favor de “la unión” cuyo Consejo se convierte en el gobierno real de todos los países, subordinados a Bruselas, fervoroso sirviente de todas la políticas a favor de las “victimas”. Globalismo a pulso y por decreto.

En el oscuro período que culmina el período presidencial de Obama, la contienda electoral se polariza entre dos fuerzas:

·        ese creciente “proceso de satisfacer los reclamos  de las víctimas” que transforma toda la concepción original de la nación fundada en 1776, estaba representada en el continuismo del llamado Obamismo, en la persona de Hillary Clinton, una legítima representante de esa forma de pensar, actuar y gobernar,

·        y en contra,  el surgimiento de un patriota, creyente fiel del Americanismo y de sus principios y valores, de Estados Unidos como líder del Mundo y continuación de su prosperidad, a través de la Libertad, la Libre Competencia y la Igualdad ante la Ley, en la persona de Donald J. Trump, un empresario exitoso, el autor de la herramienta fundamental de la Libre Competencia: El Arte de Negociar, libro que sintetiza esa forma de pensar y actuar, esa concepción de la esencia de la libertad individual, empresarial y nacional.

No es necesario poseer una inteligencia sobre-natural para comprender que el patriotismo representante de los valores originales de la nación, concertó el más feroz odio de los globalistas, nacionales, e internacionales, ya que todos ellos se ven enlazados por sus intereses de dominio global, que hasta ese momento, pasaban, escondidos, sin gran oposición.

Y para los cuáles, Estados Unidos era el único obstáculo en conseguir el poder mundial, porque, aunque disminuído por años de traición a sus orígenes, infiltrado por los globalistas y permitido por conservadores comprados por intereses personales o de grupo, seguía siendo la potencia industrial, económica y militar a derrotar para poder imponer el globalismo, cosa que hasta ese momento habían logrado desde adentro, carcomiendo sus principios y fortalezas y fomentando el poderío de China Comunista, aliada improvisada de esos deseos.

La intensidad del odio, de los ataques, de las historias y cuentos inventados, todos para embarrar el prestigio del archi-enemigo que era Trump, no conoció límites. Utilizaron todas las ramas del gobierno, visibles e invisibles, todos los aliados del mundo, abiertos o disimulados.

Aún 10 años después, siguen utilizando los mismos cuentos, las mismas historias fabricadas, fomentando el odio acérrimo entre sus fanáticos,  entre las estrellas de Hollywood, con la televisión y la prensa radial y escrita, que poseen mayoritariamente y los aliados de conveniencia, creados a base de pagos escondidos, subvenciones ficticias, corrupción abierta o simulada, y un largo etcetera.

Como sabemos, Trump venció en aquella contienda. La mayoría del votante norteamericano es afin a la Libertad en la que ha nacido y vivido  y votó a su favor, creando una administración sin precedentes por los obstáculos de todo tipo que presentaron para que su Programa lograra triunfar plenamente, consolidando la Libertad y la Prosperidad típicas de la nación.

El globalismo, apoderado del Partido Demócrata, creó las más disímiles retrancas al período presidencial de Trump, fomentó cuanta protesta y oposición formal e informal, de calle y de salón, finalmente desatando el caos en muchas ciudades norteamericanas, con cualquier pretexto. “Víctimas contra Victimarios”  a todo despliegue.

A partir de la “pandemia”, desatada sobre el planeta en el período 2019-2021, y que costó millones de victimas a nivel global, hemos sido testigos de la aceleración de los esfuerzos concertados del globalismo, de sus aliados y de sus títeres, para dar el “golpe de gracia” a su anhelado propósito de ser los amos y señores de la humanidad.

Un conjunto de acciones y de los momentos usados y/o provocados para ejecutarlas,  permiten encuadrarlas como hitos de esa conspiración mundial.  Ese accionar viene “vestido” como proveniente de diferentes portadores de banderas ideológicas-sociales-económicas-políticas,  de muy  diversa naturaleza, color, lenguaje socio-económico, pero todos, absolutamente todos, son parte principal, accesoria o asociada, de ese monstruo, llamado globalismo, que es simplemente el deseo, explícito o implicito, de imponer una forma universal de dominio sobre toda la humanidad por un grupo humano “escogido”, apartir de cualidades excepcionales..

En las elecciones de 2020 se generaron factores y fuerzas de diverso tipo, comprensibles e incomprensibles. Por efecto de la pandemia - sospechosamente generada en un laboratorio chino, con financiamiento soslayadamente norteamericano y providencialmente presente en el período final de Trump, con logros objetivos pese a la oposición desmedida y recalcitrante de los demócratas impregnados de la utilización de la victimización para generar el caos social -   la nación llegó a la batalla carcomida por la infiltración de votos injusticables.

A pesar que Trump obtuvo un volúmen de votos a favor históricamente estable, aparecieron casi 11 millones de votantes concurriendo al proceso que nunca antes votaron, existieron o se manifestaron. Ni después tampoco. Le arrebataron la victoria a Trump.

¿ Para qué?

Para continuar el proceso histórico de destruir a los Estados Unidos desde adentro, tarea esencial del globalismo,  con:

·        Fronteras abiertas con millones de inmigrantes sin política alguna para manejarlos, que les convirtieron en un dolor de cabeza nacional, económico, político y social.

·        Despilfarro de dinero que creó una terrible inflación, una deuda nacional aplastante y una inestabilidad económica y financiera colosal.

·        Corrupción rampante para crear respaldo político, institucional y social aberrante.

·        Política internacional vacilante, asociada a los poderes de similar calaña en todo el mundo, comprometiendo seriamente la paz mundial y regional

·        Fomento de guerras regionales y locales, financiandolas y estimulando a sus aliados, como la Unión Europea, a respaldarle, creando un clima internacional de inseguridad y potencial escalada eterna. Esto, a sabiendas y a propósito, retroalimenta el gasto público a niveles insospechados, disfrazando de “patriotismo” a la corrupción, a la inestabilidad financiera y a la inflación.

Como era de esperar, uno de los períodos de administración más oscuras de los Estados Unidos fue complementado con la persecusión política más abierta y descarada contra Trump y sus colaboradores, que permaneció batallando por el patriotismo; incluso atentados para asesinarle y otras barbaridades, que convirtieron a Trump en algo más peligroso aún, para ellos, que antes: un patriota victima de los globalistas en el poder, un luchador incansable contra ese globalismo empoderado y un héroe de los valores fundacionales de la nación.

El resultado: una mezcla aplastante de atracción de votantes, naturalmente adherentes a los principios originarios de la nación, representados por Trump; y una aplastante antipatía por el calamitoso estado de cosas en la nación, que volcaba aún más simpatizantes a Donald Trump, como enemigo jurado y representante de los que se convirtieron en anti-demócratas.

La aplastante victoria electoral de Trump, convertido en Presidente con un mandato expreso de llevar a cabo las tareas apremiantes de cambios al statu quo, ha vuelto a la nación un circo, en que los fanáticos anti-Trump hacen el ridículo minuto a minuto tratando de impedir que cumpla lo que el pueblo votó a favor,

·        utilizando los más maquiavélicos y absurdos alegatos;

·        creando “resistencia”, fomentada en aquellos consistorios locales en que dominan desde antaño;

·        la interrupción de sus acciones en público;

·        una campaña de descrédito con los mismos slogans y frases prehechas desde 2016, fomentados por la misma prensa que poseen y pagan;

·        prohibiciones “judiciales” por jueces de su pertenencia;

·        creación de nuevos “problemas” internacionales mediante la utilización de sus viejos aliados:

o   Gobiernos adheridos al globalismo en Canadá y Gran Bretaña,

o   En la Unión Europea,

o   En la OEA y las Naciones Unidas,

o   En las instituciones globales y regionales pertenecientes a Naciones Unidas,

o   Y un largo etcetéra, en otras organizaciones globalistas que ven sus posibilidades de extinción muy cercanas por el triunfo creciente del patriotismo, en Estados Unidos y en países de Europa, Asia y América Latina

Todo ello nos lleva una conclusión tan clara como evidente: la lucha por regresar a Estados Unidos a sus orígenes, a su grandeza, a sus principios, no terminó con ganar las elecciones aplastantemente en Noviembre del 2024.

Y no terminará hasta que los enemigos de la humanidad, representados por el globalismo, no sean vencidos en otros países, en Naciones Unidas, en la OEA, en la Unión Europea y las organizaciones internacionales que fueron infiltradas y conquistadas.  

Dondequiera que existen esos enemigos, son utiliados en forma abierta o encubierta para generar estados de opinión, protestas, inconformidades y sembrar la desconfianza a todos los niveles y los patriotas amantes de los Estados Unidos y de sus raíces y principios y los que respaldan a Trump debemos ser los primeros en comprender que utilizarán a gente de todo tipo para generar esa frustración contra Trump con apariencia de “legítima”, de “sanas” de “protección a…”

La trinchera que Trump y sus partidarios ganamos aplastantemente con las elecciones, hay que defenderla.

Con la verdad.

Contribuir activamente a que las mentiras, la propaganda, la desinformación y las falsas acusaciones del globalismo, donde quiera que se producen, ya sean aparentemente inocentes o malevólamente preparadas, requieren que sean desenmascaradas.

La libertad en juego no es solamente la de Trump. Es la de todos.