Search This Blog

Wednesday, July 27, 2022

La Continuidad *

Todos  recordamos  ciertas fechas  del  calendario,  ya  sea  por  razones personales,  familiares, sociales,  laborales o  históricas.  El día del cumpleaños propio, y el  de los  más cercanos.    El aniversario de bodas. La fecha que comenzamos a laborar.

Hay fechas que impactaron nuestra historia y le cambiaron el rumbo. La peor fecha, es el 26 de Julio. Nos trastornó toda la vida; la social, la familiar, la política, la laboral, la histórica; fuw el retroceso a las peores condiciones que jamás haya tenido nuestro país; fue la que dividió la familia, trastornó los valores, erradicó el análisis sereno; fue la que implantó el fanatismo irracional y convirtió la mentira, el disimulo y la doble moral en un modo de vida; fue la que convirtió la miseria en  vida cotidiana, la mentira en un noticiero y un periódico oficial; la que desterró a parientes, amigos y coterráneos; la que nos arrebató la Patria en que nacimos y la convirtió en propiedad exclusiva de una mafia empoderada, fue la que nos borró como parte indisoluble de la tierra en la que nacimos; fue la que convirtió la prosperidad en un delito y la miseria y la escasez en una virtud; fue la que convirtió la delación en un feliz cumplimiento del deber y la guataquería en un empoderamiento; fue la que convirtió la verdad en mentira y la mentira en progreso social.

Esa fecha borró de los libros y las memorias a aquellos que pensaban diferente. Convirtió el robo de la propiedad ajena en una forma de vida. Desterró los libros de historia, los hechos reales y el orgullo nacional los convirtió en consignas de opresión para callar la realidad y promulgar la apostasía como un mérito supremo. Fue la que creó fusilar a aquelllos que le parecían demasiado amantes de la probidad y encarcelar a quienes se atrevan a señalar la verdad. Y todo ello delante de nuestros ojos y con la anuencia de una gran cantidad de cómplices y colaboradores que posteriormente se han convertido en sus propias víctimas, arrepentidas, pero aplastadas por su propia idiotez, que les impidió ver lo que todos podían atestiguar con la simple observación objetiva de una realidad aplastantemente opresiva.Una fecha que ha retrotraído a la nación a la época colonial del siglo XIX.

Una fecha que ha convertido en una receta maléfica el método para que otros pueblos caigan en la misma trampa, que prioriza la subversión y la propaganda en otros países por encima de la satisfacción de las necesidades del propio. Una fecha que ha creado una perversa manera de oprimir a los demás en beneficio de un pequeño grupo de fascinerosos que viven por encima de los demás, por encima de la Ley y en connivencia con los peores especimenes de la raza humana para, agavillados, someter a todos y disfrutar del poder omnímodo al peor estilo de las monarquías feudales, no importa lo que hagan, todo es para mantener ese poder ilegítimo.

La receta empleada ya hasta ha sido convertida en un procedimiento con marca registrada: Destruir el sosiego y la paz públicos para que su arribo al poder sea recibido como un alivio y una vez allí instalados aterrorizar a quienes osen discutir u oponerse, negando hipócritamente sus verdaderos propósitos, vestidos con un oropel falso de populismo ejercido a costa del robo de la propiedad ajena y que durará hasta que se agoten esos recursos robados ya que no se ocuparán jamás de crear nuevos recursos, sino solo de reprimir; robar la propiedad para erradicar cualquier forma de poder alternativo e imponer un sistema oprobioso de lavado de cerebros a través del monopolio de la difusión, la prensa y la propaganda; convertir toda la vida social es un cuartel que impida la disensión y emplear los recursos que tienen a su alcance en propaganda internacional, compra de voluntades de organismos y países extranjeros y crear la miseria como un método de vida para oprimir sin piedad a sus súbditos.

Priorizar el único gasto justificable: un ejército de comisarios políticos a cargo de todas las organizaciones sociales, un ejército de soplones, un ejército de represores empoderados y un cuerpo de leyes que “legalicen” toda esa barbaridad. Impedir a toda costa que haya surgimiento alguno de propiedad que no sea la que ellos administran, para evitar cualquier chispa de autonomía en el pensamiento popular.

Para que este modelo de opresión absoluta funcione, pues es necesario inicialmente “nacionalizar” para destruir las principales industrias, la producción agropecuaria y cualquier otra fuente para crear la dependencia absoluta de la población a sus amos, que racionalizarán y distribuirán la escasez que asegure la mansedumbre y la dependencia absoluta de la población a sus mecanismos de supervivencia racionada.

Lo peor de esto es que al matar el legítimo orgullo patrio y sustituirlo por generaciones por esta forma elemental de supervivencia domesticada por la irracionalidad, la delación sistematizada y la mansedumbre instigada por años, debilitan la herramienta que permitiría el renacimiento de la Libertad: La sublevación efectiva, la ola humana que arrastre a quienes pretendan refrenarlos.

La participación social y los mecanismos de comportamiento cívico que son orgánicamente parte de la Democracia resultan quiméricos frente a la fuerza bruta descarada. Ellos saben muy bien que ningún campo de concentración ha sido liberado por sus priosioneros. La represión desembozada, e impúdica tienen una sola forma de ser enfrentadas y barridas: la insurrección popular. Por ello, una de las armas más importantes de la Tiranía es la adulteración de la verdadera historia, de las luchas populares ejercidas con efectividad, pues son una inspiración para que las masas oprimidas puedan desahacerse en forma real de sus opresores.

 

*Dr Fernando Dominguez

 

 

 

 

Friday, July 8, 2022

La Guerra y La Paz

 

Este conocido título de la literatura rusa, devenido en mundial por su amplia difusión, es una crónica de un capítulo de la invasión napoleónica a Rusia y se desarrolla fundamentalmente analizando los personajes centrales de un aspecto humano de la época, impactada por ese fenómeno llamado “guerra”.  Ese concepto de “guerra” es definido universalmente como “un intenso conflicto armado entre estados, gobiernos, sociedades o grupos paramilitares, tales como mercenarios, insurgentes y milicias. Es caracterizado generalmente por la extrema violencia, la agresión, la destrucción, y la mortandad, usando fuerzas militares, regulares o irregulares”.

Las guerras son batallas físicas, encaminadas a aniquilar a un enemigo real y existente. Desde los albores de la humanidad, ya fuera entre tribus, entre aldeas, entre ciudades, entre países o entre imperios, durante siglos, se trataba de enfrentamientos físicos encaminados al aniquilamiento de la mayor cantidad de individuos, y quien impidiese que aniquilaran a los suyos y al mismo tiempo aniquilara a la mayor cantidad de sus enemigos, era el triunfador.

La civilización ha ido tratando de “humanizar” ese aniquilamiento masivo de seres humanos, para lo cual ha “impuesto”  reglas que evitasen las extremas crueldades, para lo cual se introdujo el concepto de “crímenes de guerra” lo que supone restringiría la crueldad extrema, los aniquilamientos masivos, el abuso con los prisioneros. A pesar de todo ello, el siglo XX vio dos guerras mundiales, con millones de muertes, aniquilamientos masivos, destrucción de ciudades y países, campos de concentración y todo tipo de excesos de uso de la fuerza bruta y letal, hasta que finalmente, en su búsqueda incesante de la supremacía, se crearon las armas de aniquilación masiva. El Japón vio en Hiroshima y en Nagasaki los dos primeros (y hasta ahora únicos) usos de esa fuerza brutal de aniquilación de la vida, de la existencia de todo tipo, que se haya utilizado.

Esas armas continúan creándose y almacenándose:  biológicas, químicas, electrónicas. La ciencia humana no conoce límites en la utilización del conocimiento para crear cosas buenas y cosas terribles, como las armas destructivas de todo tipo. Es precisamente así que las partes en conflicto se percataron que no tenían forma de utilizar esa destrucción sin la posibilidad real de recibir una respuesta similar, lo cual condujo a un enfrentamiento de nuevo tipo: la “guerra fría”, que es el ejercicio de un nuevo concepto de “guerrasin enfrentamientos  físicos, sino de uso de la  propaganda (mucha, abundante, abierta y disfrazada), rara vez con alguna escaramuza, pero siempre  muy limitadas, relampagueantes y todas las partes rehuyendo el uso de recursos militares que lleven al enfrentamiento final.

Se trata de emplear mucho y abundante espionaje, y por todo medio posible; en fin, una especie de preparación para una guerra definitiva que ninguna de las dos partes quiere, porque están conscientes que NINGUNA de las dos sobreviviría, o cuando menos, apenas quedarían en pie, debido a una realidad espeluznante: ambas partes tienen armas de exterminio masivo imposibles de detener por la parte contraria y por mucho que intentase alguna de ellas aplicar “quien da primero da dos veces” con una sola respuesta las consecuencias son más que suficientes para erradicar la locura de empezar esa guerra.

Ese nuevo tipo de guerra, sin batallas físicas y muy pocas bajas, se apoderó de las mentes de muchos, por varias generaciones, hasta hacer olvidar que guerra significa exactamente enfrentamientos con la mayor violencia posible, para causarle a la parte contraria, la mayor cantidad de bajas. La victoria es de quien protege mejor a sus elementos y causa el mayor y más aplastante número de bajas y destrucciones del campo enemigo.

Esa novedosa manera de  guerrear” introdujo también novedosas maneras de actuar. En primer lugar, algunas veces, guerra solamente de palabras. Y surgió una nueva “arma” muy civilizada y contemporánea, la introducción novedosísima del “enfrentamiento pacífico”. Surgieron nuevas armas de guerrear pacíficamente,  la lucha por obtener “reconocimientos” de esa lucha por parte de  terceros, ajenos y supuestamente neutrales y “prestigiosos” para una de las partes y “declaraciones de condena” para la otra de las partes.

Obviamente la contemporánea multiplicidad y abundancia de medios de difusión, redes sociales de comunicación y abundantes “organizaciones prestigiosas” en la vida social, ha creado un campo de batalla nuevo, entre las partes en conflicto, que generalmente se definen entre quienes detentan el poder, legítimo o no, y quienes aspiran a derrocarlos.  La vida también los ha ido agrupando en dos bandos opuestos: los violentos y los pacíficos.

Cuando los violentos detentan el poder, aplican toda la violencia sobre los otros: cárceles, detenciones arbitrarias, golpizas, intimidación individual, de grupo y de estado, incluso el destierro, contra los otros, y los han ido arrinconando bajo su propio pacifismo, civilismo, la rendición ante la violencia, y otras muchas y sofisticadas maneras de abstenerse de usar la violencia…ni siquiera de palabra.

Los que se aferran al poder lo mantienen a toda costa, a todo costo y a toda violencia. Lo pacíficos solo pueden aspirar a lograr una cierta unanimidad  entre la mayoría aterrorizada y a lograr una supremacía de la razón sobre la fuerza, son arrinconados al martirio, a ser golpeados y asesinados, a purgar largas condenas en cárceles diseñadas para humillarlos, a ser desterrados, mientas los violentos ejercitan un poder cada vez más omnímodo, descarado, insultante  y complicado de perder. Cada época tiene sus actores, sus métodos y sus recetas: ¿Alguien puede imaginar a los prisioneros de un campo de concentración nazi luchando “pacíficamente” contra sus verdugos? Los verdugos violentos  sin reglas, no tenían compasión, ni miramiento alguno para asesinar a sus víctimas, individual o colectivamente.

Cuando los que ejercen el poder son democráticos, entonces los violentos son los que libran la guerra sucia. Queman todo, destruyen todo, se apoderan de las calles, hasta que la intimidación termina por hacerse tan fuerte que logran arrebatar el poder a los otros. Y logran hasta “ganar” elecciones democráticas debido al clima asfixiante que crean. Así fue en Chile, así fue en Nicaragua, así fue en Venezuela, así fue en Colombia, así está siendo en Ecuador, en Honduras… en fin… la violencia  es exclusivamente para beneficio de los violentos y la ejercen sin control alguno. El estado es el instrumento de violencia de la sociedad, pero está limitada en su ejercicio por la Constitución , las Leyes y los Derechos. Los violentos no tienen marco legal ni limitación alguna.

El castrismo conoce y actúa muy bien en esa realidad. Su arma de triunfo contra Batista fue la intimidación en las ciudades, la ejecución pública de oficiales del gobierno, los atentados y las bombas, esas fueron las armas que le llevaron a la victoria porque hicieron irrespirable la vida social, de la misma manera que sus discípulos la continúan haciendo en todo el continente hasta tener bajo su control varias naciones. Como banda delincuencial en el poder tampoco tienen limitación alguna. Las cárceles, la represión, el asesinato impune son sus armas, ejercidas sin límite o control alguno.

Entendiendo nuestra propia historia, el aprender a hacer la guerra le tomó tiempo a los mambises. Siglos de coloniaje se sucedieron desde las primeras aspiraciones hasta 1898. Decisivos fueron los años finales: 1895-1898, en los cuales la intimidación, la violencia y el ejercicio de ella sobre el enemigo, dejaron de ser únicamente coloniales. El símbolo de esa violencia justa no fue un fusil, sino un machete, herramienta agrícola tornada en arma mortal por los patriotas. Y con la cual ganaron la guerra.