No
hay dudas que la Revolución Cubana puede ser evaluada de dos formas
opuestas:
Una: Existe. Tiene y conserva un importante papel en la geopolítica
mundial y no parece que esa circunstancia vaya a desaparecer a corto plazo,
aunque parece muy difícil que se fortalezca, dada su precaria situación
económica, política y social a corto plazo. Hay expectativas de una supuesta
"apertura" por las autoridades heredadas del castrismo que albergan
la esperanza de mantener su posición de punto de equilibrio mundial y la
penetración capitalista para las inversiones, manteniendo al pueblo cubano esclavizado
a su estrategia. Mantener la paz de los sepulcros, sin llegar a los cementerios
sino mantenerlos a nivel de funerarias.
Segunda:
Existe de milagro. Su situación política, social y económica es tan desastrosa
que apenas puede concebirse que pueda seguir funcionando. El apoyo interno se
ha ido esfumando y los signos diarios de inconformidad son masivos, el nivel de
vida de la población ha llegado al subsuelo, el descaro con que la corrupción
gubernamental se manifiesta es corrosivo, el deterioro abismal de la plataforma
de vivienda, de salud, de comercio, de municipalidad, de vialidad, de cultura,
educación, y demás elementos de la vida social es tan abrumador que resulta
imposible imaginar cómo la población puede soportar esa situación a corto plazo
que no sea por la aplastante represión política, social, civil, económica,
financiera, educativa y la intimidación diaria y masiva para impedir un
estallido social.
Dependiendo
del extremo con que se analice la realidad, ambas realidades son ciertas. Y
para cerrar el análisis, hay un relevo "generacional" de los puestos
de comando de la política, de la economía, del gobierno y de la administración.
Y el desprestigio de la autoridad para fijar acertadamente el rumbo, la
estrategia de desarrollo es abrumador, objetivamente desprendido de la
demostrada incapacidad de hacer algo bien hecho, que no sea reprimir y vivir de
los demás.
El veneno paralizante de la represión, el adoctrinamiento, el
aislamiento del análisis histórico de la realidad ha sido la más efectiva
herramienta del inmovilismo sistémico que ha permitido 62 años de fracasos cada
vez mayores, de involución económica, financiera, productiva, agropecuaria, de
salud pública, de tecnología, de educación y del nivel de vida.
La población, con honrosas excepciones, ha mostrado su capacidad de
soportar todo lo habido y por haber, que solo se compensa con dos enormes
fuerzas: la esperanza -casi como un sueño inalcanzable - de emigrar, de escapar
de ese infierno de la vida cotidiana y el recibo de ayuda de sus familiares en
el exterior, que socarronamente se llama FE (familia en el exterior) que alivia
el infierno de escasez y explotación extrema, con remesas, recargas
telefónicas, envíos postales y oficiales o clandestinos viajantes que le
traigan el oxígeno financiero-material que les permita un respiro momentáneo
del asfixio "revolucionario" del racionamiento, la escasez, el empobrecimiento,
la ausencia de medios para sobrevivir, la falta de medicinas, el pésimo estado
de la salud pública, el derrumbe de las viviendas. Engrosar las filas de
casi un 30% de cubanos emigrados, desterrados, exiliados, cualquiera sea lo que
se quiere aceptar.
Todo ello le ha permitido a los monstruos tener un tinglado de guatacas,
chupamedias, alabarderos, en los medios, agentes de intimidación y la red de
adoctrinamiento necesaria para mostrar un maquilladísimo intento de enseñar un
soporte público que todo el mundo sabe -incluyendo sus propios amigos y
cómplices- que es más falso que un billete de 7 dólares.
En este sombrío panorama no parece probable que la población encuentre
el valor, o la decisión reprimida de "salir pa'la calle" a exigir que
la parodia termine, que los culpables sean sacados del poder, juzgados y que se
regrese a una sociedad medianamente normal.
Pero como sabiamente la naturaleza siempre encuentra una salida para
solucionar estos graves atentados a la vida social, el propio miedo puede ser
una herramienta. El obsesivo entusiasmo de los monstruos por encerrar a la
gente por la pandemia – y el secreto impedimento de que haya pueblo en las
calles - y poner todos los impedimentos para la libertad de movimiento, puede
enseñarle a las victimas un nuevo camino: protestar sin protestar o protestar
de forma pasiva, sin generar represión: dejar de asistir al trabajo, lo que en
otras sociedades se llama huelga general pero que en esa situación de crisis de
paralización de la vida social sin escándalos, puede designarse como
"ausencia de asistencia a las obligaciones sociales" debido al miedo
a la pandemia.
¿Cuánto podría resistir el monstruo sin el oxígeno de la participación
diaria de sus esclavos?
La lógica parece evidente: al menos provocará un sacudión entre sus
propias filas de "líderes" recién estrenados. Hay suficiente fuerzas
represivas para ir casa por casa a sacar a trabajar a los esclavos?
¿Y
si los represores tampoco van a trabajar, por la pandemia?
Francamente, en 62 años no hemos tenido una oportunidad similar...
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