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Wednesday, March 29, 2017

La Crisis del Modelo de Gobierno Actual: La creación de una élite gobernante que pisotea a los demás ciudadanos *


Resulta a todas luces muy complicado de entender cómo llegó al poder el Presidente Donald Trump. Al menos para esos que comúnmente la gente denomina el “establishment”. Ese establishment no está conformado únicamente por el Partido perdedor de las elecciones. Todo lo contrario, ese “establishment” está por encima de todo eso. Es el enorme grupo de individualidades que centraliza las “relaciones”, las “conexiones” con el grupo gobernante tanto en el mundo de  la Administración como en el Legislativo. Y aunque todo el mundo que oye la palabra “establishment” mira hacia Washington DC, ese mismo fenómeno se repite, a manera de una “clonación socio-política” en las 50 capitales estatales, en los miles de condados y ciudades de la nación, donde se emiten las ordenanzas, las autorizaciones, los contratos de obras y servicios, y todo lo que envuelve administrar a cualquier nivel social, dando origen a un “tráfico de influencias” que se manifiesta de muchas maneras.



Todos recordamos cómo en el proceso de selección de los candidatos en las primarias, el actual Presidente Trump era tratado como un “advenedizo” como una especie de bizarro contendiente que decía verdades que nadie más se atrevía siquiera a sugerir y cuyo estilo directo y confrontativo, alejado de la “corrección política” impuesta por muchos años para censurar las opiniones divergentes, lo que le trajo dos reacciones contrarias: la de los “políticos” tradicionales dentro y fuera de su propio partido político, que lo rechazaban casi unánimemente y la de los votantes, quiénes le respaldaban crecientemente. A todos los que dejó atrás gracias a ese voto popular, todavía hoy lo ven con antipatía, como el autor de sus desgracias en el favor popular y el anti-establishment del que ellos, aunque no lo reconozcan, saben que pertenecen.



Lo importante es que cada día se sigue manifestando esa ambivalencia de respaldo-rechazo por parte de unos y otros. Y cuando eso llega al momento clave, pues surgen las deslealtades dentro de las filas Republicanas (por las aparentes razones que sean) y se ha consolidado una monolítica “resistencia” en la oposición a todo nivel, que ha disparado los grandes contrasentidos de “ciudades y condados” que oficialmente se han convertido en rebeldes, ilegales, que llaman abiertamente a incumplir las leyes federales, particularmente las de la ciudadanía, la inmigración, entre otras muchas. El contra-sentido más violento que utiliza a los inmigrantes ilegales como una especie de “carne de cañón” política para esa resistencia. No es oculto que esa resistencia ha llamado al golpe de estado, al desafuero presidencial y hasta a anular las elecciones, para imponer a su cabecilla, después del absoluto ridículo de perder masivamente una elección que contaba con la maquinaria electoral, los fondos ilimitados, el respaldo absoluto de la media y las cabezas principales de los “famosos”. Parece como una novela de política-ficción.



Lo importante en la vida contemporánea son las tendencias, espontáneas o fabricadas, que el mundo actual pone ante nuestros ojos a consecuencia de los casi milagrosos avances de la informática. La tendencia se reproduce a toda escala: un establishment que ve ante sus ojos el inminente rechazo de las masas y figuras emergentes que a su escala local reproducen el fenómeno de verse respaldados por la masa electoral, contra todo pronóstico y representando el deseo popular de cambiar el orden establecido por el establishment por una sencilla razón: ese orden solo le conviene al establishment, los ciudadanos ven disminuirse sus ingresos y su nivel de vida, sus opciones, la soberanía de su nacionalidad. El voto popular en Gran Bretaña para salirse de la Unión Europea fue incluso anterior al fenómeno Trump y la crisis continua en el resto de los componentes. La triunfal Alemania ve derrumbarse de la noche a la mañana el respaldo a sus políticas de conquista política a través de la conquista económica, y así, podríamos hacer una larga lista de las manifestaciones disímiles pero concordantes de la enfermedad.



Hay un artículo de un profesor colombiano que retrata al establishment. Se refiere a la inevitable pérdida de Cataluña por parte del poder central español, que independientemente de que se vea o no con simpatía, retrata las causas del problema, que me permito reproducir en aras de la claridad:


“…años las tensiones entre los catalanes y los gobernantes de Madrid y haber comprobado cómo estos actuaban de igual manera que hace doscientos años ante los criollos de Nueva Granada que gritaban "viva el rey y muera el mal gobierno". En Colombia, me decía, a principios del XIX no había muchos independentistas pero sí un gran descontento por la política practicada por los funcionarios españoles, y las quejas ante los virreyes y el gobierno de Madrid no recibieron nunca la más mínima atención.


Esta continuada desatención, acompañada de un notable desprecio hacia la gente de aquí, fue lo que hizo crecer los partidarios de la independencia. No querían depender de aquellos funcionarios ineficaces y corruptos y de aquel gobierno de Madrid, tan lejano como soberbio. Cuando oigo hablar a Rajoy, y sobre todo a Sáenz de Santamaría, decía el amigo colombiano, me parece que estoy oyendo lo mismo que decían los virreyes y los gobernadores españoles de hace dos siglos. Sólo saben amenazar con castigos y leyes y se muestran tan arrogantes como desconocedores de los problemas. Da la impresión de que contemplan a los catalanes como hace dos siglos los gobernantes de la metrópoli se miraban a los habitantes de sus colonias. Esta actitud cerrada de los funcionarios fue la que propició la emancipación primero de toda la América continental y, setenta años más tarde, de Cuba. Los gobiernos de Madrid perdieron Cuba, sostenía el colega de Medellín, por despreciar a los cubanos, penalizarlos económicamente y por incumplir los acuerdos de paz de Zanjón. Cuando ofrecieron la autonomía a la isla, el año 1897, ya era tarde y los cubanos sólo querían la independencia. Pienso, concluyó, que los que hoy gobiernan en Madrid acabarán por perder Catalunya porque no tienen la mentalidad de políticos, sino de funcionarios que no están dispuestos a negociar nada con nadie….”



Es difícil encontrar mejores palabras para reflejar la antinomia existente entre “establishment” y la gente normal. Y cómo, inevitablemente enseña la historia, perderá el establishment. Pese a la resistencia, a la estúpida reacción de meter la cabeza en la arena, perderá ese establishment, tanto nacional, como local e internacionalmente. Cada época tiene una tendencia y esta época es el anti-establishment.

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