Los días que corren nos han puesto ante nuestros ojos muchas cosas que realmente eran necesarias de ser clarificadas. Algunas en el plano global, planetario. Otras en el país que nacimosvivimos, y otras muchas en el que .
Empezando
por lo global, cada vez es más descarada la pretensión de la plutocracia planetaria
de hacer horrores con la ingeniería social a través de escenarios económicos,
políticos y sociales que les permiten asegurar la dominación global de la
humanidad. Unas veces basados en el cambio climático, otras en la pandemia,
otras tantas en las deudas impagables, otras muchas en la inmigración promovida
tras bambalinas para destruir lo que nos queda de la sociedad que se había
erigido en el siglo XX y nos había conducido a dónde llegamos hoy. Lo que
Adolfo Hitler no pudo lograr a cañonazos, ahora intentarlo con el cambio
climático.
Ya está
consumada la existencia de su juego de herramientas: las organizaciones
mundiales y regionales, con la misión de asegurar la permanencia en su lugar de
todo lo malo, lo injusto, lo indeseable y poder mantener anestesiados a todos a
través de la ONU que no resuelve nada más que asegurar la impunidad de los
malos; de la Unión Europea, encargada de poner en su lugar a los que aspiran a
algo bueno y positivo; el Banco Mundial y el FMI, para destruir la capacidad
monetaria de los participantes y la OMS para santificar todo lo que sea
necesario en nombre de la seguridad médica; y un largo etcera de otras muchas,
como la UNESCO, la FAO, la Iglesia, todos en un gran coro de crear un planeta
nuevo, con la menor cantidad de personas y animales, la mayor cantidad de
regulaciones que obliguen a todo el mundo a aceptarlo todo, callados, y a ser
muy felices por declaración cotidiana de la prensa, la radio y televisión
compradas, de Facebook, YouTube y Google, sacrosantos guardianes encargados de
taparle la boca a quiénes osen discrepar.
Como parte
importante y principalísima, hipócritamente “independiente” del globalismo, los
dueños reales del poder: la plutocracia estadounidense, manejando los hilos
invisibles del poder económico para destruir la moneda como la conocemos, las
palancas económico-financieras y demás herramientas de la economía que ellos
han dejado de utilizar, sustituída por la inflación galopante destructora de
poderes que no sean los suyos, sostenedora del “deep state” que permite la
apariencia más inocente de una democracia violada por la corrupción, el poder
casi mafioso de unja clase política únicamente interesada en mantenerse en las
posiciones que le permiten recoger las migajas que caen de la gran mesa
plutocrática y aparentar la más inocente actitud de beligerancia para
arreglarse en las trastiendas, la “tolerancia” ante los destructores de la
sociedad en la izquierda y la
persecusión real de los defensores de la nación que construyeron los padres
fundadores, siempre aspirando a ganar en las próximas elecciones, no importa
cuáles y cuándo sean.
Esta
lamentable situación les impide ver la amenaza de los poderes enemigos de la
sociedad norteamericana, los impele a un quietismo que significa en la práctica
estimular a los enemigos, ante los cuáles hacen gala de la mayor “civilitud
democrática” y tolerancia extrema, replegando al país días tras día y condenándolo
a la mediocridad paralizante de eternas discusiones y discursos que solo
paralizan lo único verdaderamente importante: la fortaleza de las defensas, la
estrategia de re-ganar la superioridad perdida por la inacción y la política
pusilánime en todo sentido.
En cuanto
al país en que nacimos, sigue la destrucción total de lo poco que queda en pie
depués de 62 años de una guerra diaria y cotidiana contra la prosperidad,
contra la libertad, contra la economía, contra la moneda, contra la industria,
contra la agricultura, contra la ganadería, contra la naturaleza, contra las
ciudades y pueblos, contra la familia, contra los valores morales y
espirituales de una población con un lavado de cerebro de muchas generaciones
que abarcan nietos, biznietos, hijos, abuelos y ancestros.
La
exhaustiva destrucción que incluye la propia historia, el orgullo nacional, la
cultura, la educación, la civilidad, el pensamiento libre. El nivel de vida ha
descendido hasta las profundas cavidades del interior de la tierra. La forma de
vida del más pobre en 1958 es hoy el sueño inalcanzable de los profesionales.
Las formas de vida de las tribus más atrasadas del Africa son la aspiración a
alcanzar de las generaciones actuales. Lo mismo que esa banda de delincuentes
ha exportado a Venezuela, a Nicaragua y aspira seguir haciéndolo al resto del
continente, incluyendo a los propios Estados Unidos, hasta dónde llegan sus
tentáculos frente a la idiotez de los “líderes” de esta nación.
Y en medio
de tales circunstancias, frente a la prestidigitación politiquera de los
monstruos cubanos, muchos de nosotros nos dedicamos a debatir si Yunior lo hizo
bien o no. Si debió escapar o no. Lo importante queda relegado: ¿A dónde pretenden Yunior y sus
manejadores, llevarnos? ¿Qué
pretenden Yunior y sus manejadores, dentro o fuera de Cuba?
Lo
relevante no se discute. Yunior, no es casualidad; es izquierdista. Yunior
aspira a “arreglar” el castrismo. Al igual que le sucedió a Gorbashov, esa tarea es imposible. No se puede se malo y
aparentar ser bueno. No se puede ser absolutista y a la vez democrático. No se
puede ser colectivista y al mismo tiempo defensor de la iniciativa privada. El
“socialismo” no es otra cosa que el Comunismo de Dieta. En vez de arena,
vaselina.
El
principio demostrado hasta la saciedad, de que interrumpir la acción de las
fuerzas de mercado, tratar de dominarlas, “manejarlas”, es más utópico que las
lágrimas de perlas de los utopistas, por una razón: el mercado funciona porque
es frío, cruel y despiadado. Y si le echas sentimientos, NO FUNCIONA. Es cómo
un arma que no mata, sino solo “asusta”.
El papel de
Yunior es tratar de que creas lo contrario. Es quitarle seguidores a los que
realmente desean lo único posible para resolver la tragedia cubana: acabar con
la tiranía y con los tiranos. Disolver y prohibir el comunismo. Acabar y
disolver el ejército, la policía y los esbirros comunistas. Sustituir el ordeno
y mando por una Constitución verdadera que asegure que eso no vuelva a pasar. Y
castigar a los que han fusilado, asesinado, desterrado, torturado y reprimido
al pueblo cubano. Esa es la tarea. Y eso incluye decirle a Yunior: Solavaya!!!
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