Hay muchos
que han pretendido “construir una sociedad más justa” durante siglos. Desde la
Comuna de París hasta el horror de la actual Habana Vieja, y ha sido sufrida
por muchas naciones: rusos, ucranianos, uzbekos, europeos orientales,
peronistas de varios colores y sabores, venezolanos; todos con el mismo
resultado: constante, absoluto e inequívoco fracaso. Retraso, nivel de vida
mucho peor, hambre, miseria, escasez, mediocridad empoderada, pobres
convertidos en pordioseros, retraso educacional, científico, social, moral,
cultural; más de 100 millones de muertes y una nueva élite de “dirigentes”; “líderes” erigidos en
semi-dioses, dueños únicos de una verdad “oficial”, mentirosa, opresora,
lavadora de cerebros y sin escrúpulos para encarcelar, reprimir, matar, ordenar
enfrentamientos civiles, siempre rodeados de una corte de facinerosos
aduladores, sirvientes y lacayos, que son los que aprietan el gatillo de la
barbarie ordenada por ellos, para mantenerse en el poder eternamente.
Pese a esa
obvia realidad histórica, en cada generación aparecen nuevos aspirantes a
“líderes”. Porque siempre hay muchos que desean tener ese poder absoluto de que
disfrutan los “líderes supremos” de esas sociedades. Claro está, siempre
disfrazando esos propósitos con bellas frases, discursos sobre la “justicia”
social, racial, etc.. Para “motivar” a muchos inocentes a que se sumen a esa
“causa” que inequívocamente ama tanto a los pobres que los multiplica hasta
convertirlos en mayoría. Mientras más pobres y dependientes de los “líderes
supremos” y sus lacayos y matarifes, pues más esclavizados se sentirán, más
obligados por las circunstancias a ser obedientes, miedosos de la libertad e
independencia, agradecidos de las piltrafas que les conceden y sin aspiración
alguna a vivir libres, independientes, llenos de sueños e ilusiones, como viven
los seres humanos libres. Lo peor de esas sociedades es la desesperanza
generalizada que generan.
La
inevitable justificación de los “justicieros” que quieren igualdad y preconizan
la distribución “igualitaria” de la riqueza
es presentar los hechos como que los pobres son pobres, por culpa de los
ricos. Que es necesario imponer impuestos y gravámenes de todo tipo para que el
todo poderoso “gobierno” realice su papel de Robín Hood de quitarles a los
ricos para darles a los pobres. Eso les permite empoderarse en la
administración para una distribución “conveniente” de esos ingresos que les
asegure el “agradecimiento” de los “favorecidos” para eternizarse en poder
administrativo, donde disfrutan de prebendas, ingresos paralelos y poder
político para jamás perder esas posiciones.
Esa
dinámica genera un enorme aparato administrativo que manejan a su conveniencia
y enormes fondos que les permite “estimular” a proyectos favorables a sus
ideología, a sus protegidos y en el decursar del tiempo, una nueva clase
social, privilegiada, todopoderosa, que nadie ha elegido, pero que maneja,
administra la cosa pública, la educación, que fortalecerá la ideología que le
conviene a las generaciones futuras, al aparato de cumplimiento de la Ley, a
una enorme burocracia que siempre tendrá nuevas regulaciones “necesarias” de
todo tipo…ese monstruo que llamamos el “deep state”.
Esa
“ideología” genera su propia auto-alimentación para ser cada vez más poderosa.
Justificaciones, hay y se generan muchas más diariamente. Desde el cuidado del
medio ambiente, hasta cualquier otra cosa imaginable de la actividad humana,
requiere un permiso, que un burócrata emite. Una legislación que la regule; un
aparato burocrático que la administra. Impuestos y gravámenes que necesitan un
ejército de recaudadores y administradores. Para todo eso se genera una
ideología intervencionista. La sociedad más exitosa del mundo, la de la
libertad individual, empresarial, y socio-económica es manipulada con todo tipo
de artilugios intelectuales, filosóficos y sociales. De repente la Ley del
Mercado es sustituida por “la necesidad de regular el mercado”. Algo así como
la negación de la negación…¿Regular la Oferta y la Demanda? El
dinero ya no es una medida del valor, una palanca de consolidación de la
sanidad del mercado libre, sino todo lo contrario, una palanca de manipularlo,
y de paso de generar más impuestos onerosos, invisibles y espantosos, como la
inflación, que es la forma maligna de obligar a contribuir a los más
desvalidos.
El
inexorable paso del tiempo en esas condiciones, crecientemente y
conscientemente alimentadas, pues llevará a un gobierno crecientemente autoritario,
enlazado a escala global con sus iguales en todas partes del mundo, bajo la
guía de esos paladines de una nueva clase de sociedad, todos sometidos a esa
élite global.
Pero todo
tiene un límite. Hasta el abuso del poder. Puede apreciarse una gran oleada de
repudio a todo ese andamiaje que solamente esconde un poder que descaradamente
aspira a manejar esclavizadamente a la humanidad, no importa las fronteras o
las naciones. El sueño hitleriano mediante el poder económico. No cañones, sino
“regulaciones”. La exclamación de “Go Brandon!” es apenas la alborada que deja
ver un fenómeno que va más allá de una nación. La tormenta de una rebelión popular,
civil y pacífica, pero inexorablemente aplastante del abuso asoma por el
horizonte y se manifiesta cada día crecientemente.
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