La ciencia ha logrado aplazar la muerte en pacientes terminales, utilizando
aparatos y sistemas que artificialmente mantienen “en espera” a la muerte. Ese momento, cuando se produce la desconexión,
permite que el paciente muera. Pero esa “vida” mantenida artificialmente está
muy lejos de ser una vida plena.
La sociedad cubana se encuentra en ese estado de paciente terminal, y el
conjunto de aparatos que mantiene esa muerte “en espera” es una tiranía despiadada
que le mantiene reprimido, con mínimas condiciones vitales, y que le succiona
los elementos de la vida a un pueblo cubano esclavizado, para a su vez, lograr
mantenerse viviendo a plenitud con ese sacrificio impuesto de una existencia
miserable para la mayoría, que alimenta la existencia parásita y sin escaseces
de los tiranos y sus amanuenses.
Se trata de lo que fuera hace 64 años, “Revolución Castrista”. Llegó al
mundo en 1959 y hace mucho que no es más que algo inanimado, sin esperanzas de
recuperación, negándose a la muerte, y de paso, matando diaria y lentamente a
toda una nación, a toda una población, a una sociedad, a la que le chupó todo hálito
de vida, hasta dejarla en ese estado comatoso, inanimado, al pueblo cubano para
mantener vivos a los que lo explotan hasta el último aliento.
La sociedad cubana castrista ha ido
muriendo cotidianamente desde que nació. Comenzó su propia muerte con el sacrificio inútil de la confiscación de las
tierras, las industrias, la masa ganadera, el plantel de hospitales y clínicas
de atención a la salud, los sistemas escolares, la cartera de viviendas, la
infraestructura de carreteras, acueductos, alcantarillados y energía eléctrica
y la entrega vergonzosa de la nación a cómplices de otros países para explotar
el turismo.
Pero todo ello ha carecido de estrategia productiva y económica alguna. Un
hacer alocado, generado por el ánimo
egoísta de evitar la potencial existencia
de poderes económicos que pudieran arriesgar su dominio total y absoluto sobre
la nación y para asegurar el disfrute privilegiado de unos pocos sobre todos
los demás.
Ha llegado finalmente la muerte de la economía, de las fuerzas productivas,
de la educación, del cuidado de la salud, de las posibilidades de alimentación;
todo sacrificado al poder omnímodo y tiránico de una clase privilegiada que
asaltó el poder a punta de pistola y que evidentemente prefiere masacrar a las
victimas antes que permitir que se liberen de ella.
¿Cuánto tiempo puede existir el pueblo cubano en ese estado? Porque encima
de la cruel explotación hay una horrorosa incompetencia que priva de cualquier
posibilidad de recuperar, ni siquiera ligeramente, su capacidad de regresar la
vida, superando a la sociedad miserable y reprimida.
Se agrega una pomposa idiotez que les ha convertido en “Doctores en
Ciencias” a los practicantes de esa cretina manera de aspirar a administrar con absoluta incoherencia, improvisación cotidiana
y alocadas acciones, a una nación que ha
tomado como alternativa el éxodo como salvación de la muerte, la desesperanza y
la desaparición que le ofrece la tiranía.
Ese éxodo masivo, cotidiano, que dura las mismas seis décadas que el
desastre que lo genera, retroalimenta
aún más los inmensos obstáculos a la obstinada y empoderada incapacidad de
administrar coherentemente una nación en ruinas y sin la menor idea de cómo
volverla a la normalidad. Las más obstinadas y oscuras anteojeras ideológicas autoimpuestas,
les impiden ver lo que el resto del mundo mira horrorizado.
La enorme población de origen cubano alrededor del mundo, producto de la
incompetencia, la tozudez, la vesania, la crueldad y la ignominia de esa
tiranía, que generó, genera y generará el éxodo, ansía ayudar a sus hermanos
que permanecen en el campo de concentración castrista, pero no puede hacer otra
cosa que mostrar al mundo y al propio pueblo cubano, estas barbaridades; tratar
de abrir los ojos de la población esclavizada por la opresión, el
adoctrinamiento masivo y cotidiano, pero
no puede sustituir la fuerza inherente de los propios esclavizados y señalar
los ejemplos de otras sociedades fracasadas por esa ideología paralizante que
ya lograron zafarse de ella.
Todo indica que ante la debacle siniestra existente, puede llegar el
momento de la libertad de improviso, al igual que la muerte puede llegar en
cualquier momento a cualquier cosa viva que esté en ese estado de casi-muerte
por hambre, por las penurias, por la falta de todo lo que constituye la vida
misma.
La historia de la desaparición de las tiranías similares enseña que algún
elemento con la capacidad de controlar las enormes fuerzas represivas, capaces
del mayor baño de sangre para evitar su caída, deberá coordinar un equipo de
transición, compuesto por los principales reprimidos, y cuya tarea será la
desaparición inmediata de toda posibilidad de un renacimiento de esa filosofía
absurda y fracasada, organizar una economía libre de esas ataduras y concentrada
en generar riqueza, prosperidad y libertad y organizar el castigo de los
criminales.
Nuestra diáspora, importante por su
conocimiento y experiencia en alcanzar la prosperidad, organizar la economía y
las instituciones democráticas, en el marco de la libertad que la asegura, aportará
muchas palancas, sobre todo, señalando siempre que lo fundamental es arrancar
el mal de raíz, erradicando sus
instituciones esclavizadoras, sus instrumentos de adoctrinamiento y su aparato
ideológico y represivo.
La Libertad es la herramienta que lo resuelve todo y asegura que no se
repetirá.
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