Nos visita un equipo de pelota cuidadosamente seleccionado por la
tiranía, que utiliza a sus agentes voluntarios, pagados, ideológicos y de todo
tipo para tratar de callarnos.
Callarnos, a las buenas o a las malas. Esa es siempre la suprema intención
del castrismo.
Ese intento burdo de lavarle la cara a la tiranía castrista mediante la
utilización-como es costumbre- del sentimentalismo, del “dejen eso” y “todos
somos cubanos”.
Cada vez que les conviene, pues “todos somos cubanos”.
Pero a esos que no les dejan visitar a sus parientes dentro de la isla
porque son “enemigos”, no, esos no son cubanos.
Aquellos que extrañan a la fuerza, que sacan de las cárceles donde ellos
los internaron para desterrarlos para siempre, tampoco, esos no son cubanos.
Los miles de fusilados y torturados; no, tampoco son cubanos.
Sí son cubanos los que salen con palos llenas de puntillas a apalear a
sus compatriotas porque, claro esos apaleados que no piensan igual, no, tampoco
son cubanos.
Sí son cubanos los represores, los chivatos que denuncian a los que
piensan diferente; los jueces vendidos
que condenan a la cárcel por muchos años a esos que piensan diferente.
Sí son cubanos los asesinos de inocentes que hunden embarcaciones de
compatriotas tratando de escapar… porque claro, eso de escapar, los convierte
en no-cubanos.
Como ejemplo indiscutible de los que “sí son cubanos” hagan lo que
hagan, y a los que no tenemos derecho a repudiar, la semana pasada tuvo lugar
un hecho abominable, entre los muchos que acostumbran aquellos “cubanos”.
Esos “cubanos” de letrina, con
una bajeza moral que los distingue, en su sempiterna intención de intimidar,
hicieron un derroche de esa poca hombría que les caracteriza, de mostrar su “valentía”
cuando están en superioridad numérica y de armas, con algo que nunca hicieron
ni los peores esbirros de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, a quiénes ellos
presentan como el máximo de la vesania:
Reunieron a más de 30 esbirros, carros, brigadas de apoyo y toda la
parafernalia para asaltar el domicilio de una humilde muchacha, con un niño
menor de un año, ingeniera y amorosa, Hildina, porque esa peligrosa oponente, armada
hasta los dientes de la calidad humana que a ellos les falta, cometió un delito
terrible, que la descalifica como “cubana”: hacer una presentación de la
realidad cubana en You Tube, mostrar el hambre y la miseria en la que tienen
sumida al pueblo, enseñar la indigencia a la que tienen condenados a una buena
parte de la vejez por una ausencia
absoluta de sensibilidad, de empatía por lo que no tienen el voluminoso barrigón
de los jefes y la carencia de una política social de la que alardean pero no
practican.
Después del asalto, la secuestraron, la intimidaron por horas y le
robaron todos sus medios: teléfono, computadora, etc. La callaron. La abusaron.
La ultrajaron.
Es probable que muchos desconozcan esas acciones, que constituyen el pan
nuestro de cada día de una tiranía en fase terminal pero que conserva una buena
parte de la capacidad de callar a sus oponentes, ocultar sus desafueros y cuenta
con una buena cantidad de cómplices nacionales, extranjeros y hasta “enemigos”.
Muchos de ellos entre nosotros,
infiltrados de mil maneras, de la misma manera que un cáncer infiltra
sus metástasis en el cuerpo que pretende liquidar.
Esta bajeza
complementa de la manera más gráfica y elocuente al tipo de pundonor y la
gallardía de sus jefes, de sus generales y oficiales, de sus líderes en las
organizaciones para-militares y sus estructuras de escenografía de cartón para
respaldar a la gorilada que maneja los verdaderos hilos del poder, del dinero y
de los privilegios que aseguran la servidumbre del ejército de lamebotas
que mantiene a raya a los esclavos en la cuadra, el barrio, el municipio, la
provincia y el país.
Otra fotografía
que muestra esa bajeza, la calidad de los barrigones que son mantenidos en el
poder gracias a esta esbirrada impune. Muestra de qué color son las estrellas,
las medallitas y los símbolos de sus generales, oficiales, funcionarios y burócratas.
La calidad de sus “intelectuales” que los apoyan y soportan.
Pero otra
imagen que se perfila: están aterrorizados. Aterrorizados de que el hambre, la
miseria, la degradación moral, el oprobio, hagan estallar una rebelión, no una
protesta –que hay muchas- sino una rebelión que les aprese, juzgue y cree un
nuevo poder ajeno a toda esta inmundicia, terror, abuso y miseria.
Finalmente: el
equipo de pelota los representa a ellos. Su victoria o derrota es para ellos. A
nadie más.
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