El
desmoronamiento evidente de la tiranía castrista trata por todos los medios de
ser disimulado, tanto por el propio aparato propagandístico de la tiranía, como
por muchos de sus “compañeros de viaje”, de sus cómplices, que viven de
chuparle sangre al pueblo cubano a través de sus “negocios”, de sus
“admiradores” que sueñan con tener similares poderes absolutistas, de sus
infiltrados y chantajeados en el resto del mundo, y de un largo etcétera de
“otros”.
Pero pese al
disimulo, a las designaciones disfrazadas de “elecciones”, a las pretendidas
negociaciones con Estados Unidos, a la cretina “solidaridad” de zurdos como
AMLO, Pietro y otras aves del mismo plumaje, al soporte de Rusia y de China, en
busca de posicionamiento estratégico anti-norteamericano, y hasta de los
traidores e infiltrados, que viven en Washington, DC y en la Florida, es
evidente que el régimen está en bancarrota.
La bancarrota
es moral, económica, política, financiera, ética … y de todo tipo. Sus
debilidades se encuentran a flor de piel al caminar por sus calles, en las
bodegas; en los barrios; en las calles y aceras destruidas; en la falta y
pésima operación de los acueductos y alcantarillados; en las carreteras y
autopistas casi intransitables; en la red de hospitales y centros asistenciales
en proceso de dejar de existir; en las funerarias sin ataúdes; en los entierros
sin la menor dignidad; en los cementerios destruidos y hasta en los muertos,
saqueados y fuera de su sepultura.
La bancarrota
más ostensible está afincada en los corazones y las mentes de sus ciudadanos,
especialmente los más jóvenes y los más ancianos, desesperados por emigrar o
desencantados por el precio que pagan por su antigua lealtad y servicios
prestados; con la desesperanza a flor de piel, en su cotidiana involución a
andrajosos, a sobrevivientes sin ánimo, a aspirantes a desaparecer, en un éxodo
de proporciones gigantescas que deshace la pirámide poblacional y condena al
país a un futuro sin jóvenes y sin objetivos y a una vida de buceadores en la
basura, sin otro alimento material o espiritual.
Todo eso nació
hace 64 largos años con un objetivo malsano y monstruoso, vendido al mundo y a
la propia población cubana como noble, generoso, justiciero e impetuosamente
progresista, creador de prosperidad colectiva y moral rectilínea; cuando en
realidad era inoculador del cáncer más destructivo que ha conocido la especie
humana: el comunismo.
Un comunismo
que tuvo que ser introducido de contrabando, sobre la base del disimulo, de
“poquito a poquito” para que no se den cuenta, precedido de declaraciones falsas
y altisonantes, disimulando la perfidia con que se
llevaba a cabo, para transformar el “verde como las palmas” al rojo como el
melón de agua.
Esa monstruosidad se enseñoreó destruyendo la
base económica de la nación solamente con el propósito (como siempre
disimulado) de evitar que cualquier otro elemento social tuviera un poder
económico alternativo a la monstruosidad personalista.
Esa destrucción sistemática de las fuerzas
productivas en la agricultura, la ganadería, la industria, la pesca, la
construcción, el comercio, los servicios, fue acompañada de la censura más
rigurosa, del adoctrinamiento más feroz en todos los medios, en la enseñanza,
en la vida laboral, en la vida social.
Los recursos disponibles fueron dedicados a la
militarización de la nación, a la intervención sistemática y descarada en los
asuntos internos de las otras naciones del continente, a la invasión militar en
varios países africanos, al espionaje interior y exterior, a la conservación
indisputada del poder personal mediante el descubrimiento y aplastamiento de
cualquier pensamiento diferente, acción contraria o desarrollo social
competitivo al personalismo empoderado.
Como sucede con toda invasión cancerosa, el
éxito del cáncer radica en su capacidad de apropiarse de los medios para vivir
del cuerpo infectado, y su victoria final es la muerte del cuerpo infectado ….
con lo cual llega la muerte del cáncer invasor. Ya no tiene qué cosa succionar
para vivir y su muerte es anunciada e inevitable.
A ese estado de permanecer en el “lecho de
muerte” ha llevado el cáncer castrista a la sociedad que invadió exitosamente
el 1ro. De enero de 1959. Fue tan exitoso y abrumador, creció tan
despampanantemente… que acabó con el país, con su población, con su cultura,
con su educación, con sus costumbres, con sus tradiciones, … y finalmente con toda
su vida. Un proceso que arrancó por la destrucción material y culmina con la
espiritual.
Ya eso no tiene marcha atrás. No hay manera de
revivir a un muerto. Se le puede mantener “conectado” a una máquina que lo
conserve “vivo”, pero ya está inerme y sin reversión a la vida propia. Es cosa
de cuánto le queda “vivo” hasta que se decida desconectarlo de su de la “vida
artificial” y se declare finalmente la muerte esperada y hasta ansiada por
todos.
Ahora vienen las preguntas más elementales, pero
insustituibles:
¿ Quién va a disponer del cadáver insepulto?
¿ Quién hará la inevitable tarea de desinfección,
de evitar la re-contaminación?
¿ Cómo erradicar el poder invisible de los
abusadores y castigar a los responsables?
¿ Cuáles serán las medidas que revivan la
sociedad muerta y su necesaria re-animación?
¿ Cómo re-activar la civilidad, la ética, la
educación sin adoctrinamiento, la organización de la vida social libre del
cáncer comunista, el fomento de la legalidad, el ejercicio adecuado de los
derechos y libertades, el fomento de la ciencia y la cultura libres, la cura de
las heridas abiertas por tantos años de injusticias, ilegalidades,
arbitrariedades, ordeno y mando …?
¿ Cómo organizar el fomento y reproducción de la
vida económica y productiva en forma saludable y sin contaminación socializante?
La espontaneidad tiene que evitar la
re-infección o la adquisición de nuevas enfermedades…
Va siendo hora de prepararse a enterrar el
muerto y preparar la vida nueva…
¿ Cómo, quiénes…?
Creo que todos los
que nacimos en esa tierra, tenemos derecho a opinar, a hacer, a proponer… Todos
menos los culpables de haberla llevado a la muerte cívica, política, económica,
científica, educativa, constructiva, porque su semilla nos volverá a la misma
monstruosa situación. Nada de discursos y promesas de convertir el mar en
limonada, el sudor en perfume y a los seres humanos en monjes dedicados a
ayudar gratuitamente a los demás. Hay un solo y único camino posible a la
re-surrección, a prueba de promesas y actos de magia: la libertad absoluta,
individual, empresarial, económica y social.
¿Cuándo se
requiere comenzar?
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