La aplastante victoria del Presidente Trump en estas
elecciones de Noviembre del 2024 solamente sorprendieron a los fanáticos más profundamente adocenados de
la izquierda rabiosa que domina al Partido Demócrata desde hace una década y que se nuclea
alrededor de Barack Obama, quien es su guía e inspirador.
La extrema enajenación de ese núcleo, acrecentada,
propagandizada, convertida en una religión ideológica y multiplicada
por la sopa de letras que constituye la prensa escrita, radiada y televisada, que
el partido demócrata posee y controla, acrecienta
su apariencia de mayoría dominante, al utilizar las
tradicionales técnicas de la izquierda
rabiosa: intentar el lavado de cerebro de la población, aparentar unanimidad y coherencia,
censurar toda opinión diferente, estigmatizar las contrarias, convertir en monstruos
a los adversarios y luchar a brazo partido por alcanzar su poder como eterno e
indisputado.
Si
se examinan las estadísticas electorales de la última década, se aprecia que hay una
casi consistencia numérica en la votación total en cada elección, la que,
sospechosamente, se altera en el 2020,
coincidiendo con la supuesta dominación demócrata en un proceso electoral lleno
de irregularidades. Es casi obligado el pensar que esa super-mayoría de la que
alardean en 2020 es sospechosamente irreal. ¿Dónde están esos votantes?
El
resultado de las políticas impuestas desde el primer día del gobierno
Biden-Harris (anarquía y apertura de la frontera sur), la imposición arbitraria
de la transformación de la creación de energías a la energía exclusivamente
renovables, la inflación galopante a consecuencia de los desequilibrios
fiscales consecuentes a una arbitraria y galopante emisión monetaria, las
exageradas ayudas internacionales, el retiro
de tropas desorganizado, el inefectivo y generador de ruptura del
equilibrio, el riesgo a las tropas y nacionales por la incompetente
transferencia de poder a los enemigos y otras lindezas similares, consiguieron
despertar a la población a las
horrorosas políticas, caprichosamente encaminadas a disminuir el papel y el prestigio
de la nación, a la “colaboración” con la agenda globalista y a la asunción de
sus políticas funestas como suyas, golpearon profundamente su credibilidad,
abrieron los ojos a la población de lo perjudicial de sus objetivos y
consiguieron algo difícil: casi unanimidad en el rechazo a esas políticas y la implícita
aceptación de todo lo contrario: el programa de Hacer USA Grande otra vez!
Todo
esto, unido a la creación de focos internacionales de conflicto debido a su balbuceante
e indefinida política internacional, a la colaboración con actores contrarios
al interés nacional, se suma a la enorme cadena de disparates y minó su
credibilidad nacional e internacional.
Como
fenómeno paralelo, el mundo ha visto con muy buenos ojos el surgimiento de un
fenómeno opuesto: el regreso a la política de sentido común y avances del
patriotismo y la libertad empresarial en varios países como Italia, Holanda, y Hungría
en Europa, y de Bukele en El Salvador y Javier Milei en Argentina, con un
efectivo resurgimiento de la prosperidad, de la libertad y del apoyo popular.
Todos estos avances tienen un común denominador con las políticas conocidas y
aceptadas de Donald Trump.
Como
si esto no fuese suficiente, una crisis de proporciones inimaginables se
presentó en el campo Biden-Harris. La ya evidente incapacidad de Biden para
enfrentar a Trump, provocó un “golpe palaciego” que retiró al candidato Biden,
por obvia incapacidad física y mental, e
impuso en su lugar a la peor candidata posible: la Vice-Presidenta Harris,
incolora, inodora e insípida, como el nuevo candidato de la élite demócrata.
En
resumen, a la batalla que venían perdiendo de antemano por los pésimos resultados
de la administración Biden-Harris, se suma las ausencia de cualidades de la candidata. Ella es una persona sin coherencia, con un
programa indefinido, una dudosa capacidad humana para brillar y con un solo y
único argumento: mujer, dudosamente de raza negra, incoherencia manifiesta en
su exposición y con una campaña basada en esa única cualidad: mujer y
dudosamente negra de origen!
Ni
qué decir que la ausencia de cualidades del candidato demócrata fue complementada con una horrorosa, insultante y repugnante campaña de insultos al otro
candidato y a sus partidarios, una reincidencia en el método inescrupuloso de
perseguir al candidato contrario, no solo con insultos, sino con persecuciones
ilegales y descabelladas, incluyendo el asalto a su propia residencia.
¿
Qué más hacia falta para demostrar ante la población quien era el candidato
idóneo?
Con
el agravante de un ejercicio presidencial anterior, que fue efectivo, a pesar
de una feroz persecución política... Es acaso sorpresivo que Donald J Trump
aplastara políticamente a Kamala Harris?
Era
un final, tan esperado, como los de las novelas amorosas de Corín Tellado!!!
Consecuencias
apabullantes: el desarreglo alcanzado por el Partido Demócrata; la evidente
y aplastante improcedencia, la
inefectividad, el infantilismo, el extemporáneo contenido de sus políticas y la
enajenación alcanzada con una gran parte de su base tradicional, asombrada del
derrumbe desastroso que su dirigencia ha logrado.
Las
escenas ridículas, y dignas de lástima,
al mostrar ese infantilismo y la enajenación de una gran parte de sus fanáticos
activistas, permiten hacerse una idea de lo grave de ese desastre y comprender
que eso no se arregla en poco tiempo. Requerirá mucho tiempo y esfuerzo para
que ese Partido deje de ser una secta y regrese a su papel de partido político
en la nación que ha sido ejemplo del mundo y lo volverá a ser otra vez.
Sin
embargo, es necesario comprender que el regreso a unos Estados Unidos grandes
otra vez, aunque contará con la
tradicional oposición histérica, basada en ese núcleo de extrema izquierda que ansía
la destrucción de los valores de la nación, la transformación a su antojo del
orden constitucional y de los principios que sentaron los padres fundadores, requerirá el ejercicio de paciencia, mano
firme y apoyo a la tarea de regresar al sentido común en el gobierno, que tiene
grandes tareas para poner a a nación en el lugar preponderante del mundo que
nunca debió perder.
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