Donald J. Trump declaró que es el Presidente de los Estados Unidos y no
del mundo, por lo cual se retiraba del Acuerdo de París para que cada nación
dependa de sí misma y no de la caridad norteamericana para mejorar las condiciones
ambientales.
El Acuerdo, que firmó Obama sin
la aprobación del Senado, exige a los Estados Unidos que “voluntariamente”
done hasta 410.000 millones de dólares al Fondo Verde, destinado (sin decir
específicamente cómo) a evitar la contaminación en naciones del tercer mundo,
muchas de ellas con dudosa capacidad para emplear esos fondos eficientemente.
Adicionalmente le impone a
Washington, también “voluntariamente”, que restrinja la producción de bienes y
servicios considerados contaminantes en el área de la producción de aceros, del carbón y otros
productos energéticos, a niveles hasta del 80%, mientras gigantes como China e India
quedan exentos de hacerlo.
El “global warming” o
recalentamiento global, ahora llamado cambio climático por falta de pruebas
científicas, se ha convertido en la religión de los “liberales de izquierda”. “An
Inconvenient Truth”, el libro de Al Gore por el que le
otorgaron el Nobel de la Paz es la nueva Biblia de los mismos..
El dios que adoran ahora es el planeta tierra (que los indígenas andinos llaman
Pachak Mama o Pachamama o Mama Pacha que adoran con ritos de sacrificios para la fertilidad de
las cosechas). Los críticos de Trump dicen que la salida de USA del Convenio de
París significa “una estocada de muerte a Pachak Mama.
Bien saben que esa es otra mentira orwelliana. A los globalistas
les importa un comino el cuidado del medio ambiente. Lo
demuestran cada vez que se movilizan a las reuniones en lujosos jets y
yates de alta contaminación ambiental y en sus residencias de todo tienen menos
“green energy”.
Lo que está en juego es el control del poder mediante la manipulación
de la redistribución de la riqueza y de los resultados. El
más alto desarrollo tecnológico en la lucha contra la contaminación ambiental
la tiene y la aplican los Estados Unidos, al tiempo que la ha puesto y la pone a disposición
del mundo.
Cuando el Presidente George W. Bush se negó a firmar el Protocolo de
Kyoto de 1992 por parecidas razones que Trump, la emisión de CO2 bajó en los
Estados Unidos por debajo de las metas allí trazadas y por iniciativa privada,
pero igualmente fue horriblemente atacado. El Acuerdo de París limita el
papel rector del mercado y a la innovación en todos los campos, sobre todo al
energético, a favor de planeamiento centralizado que hace muchas décadas
sabemos que no funciona eficientemente.
Trump plantea que el desarrollo de nuevas fuentes energéticas como
las solares o las eólicas, compitan y sobrevivan sin subsidio estatal sino sobre
la base de su eficiencia. Gracias al sistema, los combustibles en los
Estados Unidos no son un artículo de lujo como en Europa y la libre explotación
de los recursos significará el ocaso definitivo de carteles como la OPEP.
El encarecimiento de la energía frustrará los esfuerzos que se realicen
por propia iniciativa o con ayuda externa para que los países pobres alcancen
un desarrollo más acelerado. A mayor pobreza, mayor contaminación. La miseria
no será superada con energía eólica ni solar, ni ninguna de éstas hará factible
la telefonía, el tratamiento de aguas, la salubridad en general. Por el
contrario, el efecto se confunde interesadamente con la causa.
En su reciente visita a Bruselas el Presidente Trump instó a los socios morosos de
la OTAN a ponerse al día en sus pagos. Cuando terminó la II Guerra
Mundial, Estados Unidos se convirtió en el mayor financista del organismo y por
el temor a un resurgimiento del militarismo, instaló tropas en Alemania y
Japón, lo que ahorró ese gasto a los derrotados. Hace rato que es hora que los
países desarrollados contribuyan efectivamente a su propia defensa y seguridad
para aliviar el peso sobre los hombros de nuestros ciudadanos.
Se dice que China cubrirá el “vacío” dejado por los Estados
Unidos en la “cruzada” (que el Papa Francisco apoya) para defender a
Pachamama. Mas el Acuerdo exime a China de todo compromiso hasta el 2030
presumiéndose que toda la producción de carbón prohibida a Estados Unidas la
desarrollarían los chinos. Más que Pachamama es Pacha Obama, todo siempre a
favor de terceros y contra los Estados Unidos.
El Obamacare, camino a desaparecer, fue el mayor asalto a la economía de
mercado. Buscaba el control del 16% del PIB. Con el intervencionismo del
Acuerdo de París, violatorio de la Constitución, un área mucho mayor de la
economía habría sucumbido al “colectivismo”, esta vez global. “No mientras yo
sea Presidente”, dijo Trump, para nuestra satisfacción.
Hay que desmontar, paso a paso la ruta de Alinski y la Escuela de Frankfurt.
Buen Trabajo, Señor
Presidente !!!
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