La realidad actual de la supuesta
representatividad del sistema puede verse simplemente con observar que en 24
horas, el cambio de quien se sienta en
la silla presidencial y qué partido político tiene la mayoría en el Congreso,
el curso del país cambia dramáticamente, para bien o para mal. Acaso los
votantes decidieron cuáles de las políticas cambiantes elegir? Pues no.
Simplemente eligieron entre dos alternativas de personas que lo representen,
los cuáles no consultan con los electores su preferencias partidistas o sus políticas económicas, sociales,
financieras, estructurales y muchas otras, que cambian el rumbo del país
sustancialmente, que no fue por, ni para, lo que les eligieron.
¿Votaron los electores para desintegrar el liderazgo
petrolero de los Estados Unidos de América y convertir al país en dependiente
de las importaciones de petróleo de otros países, en muchos casos enemigos?
¿Votaron para que el precio del combustible subiera
hasta duplicar sus gastos?
¿Votaron para la política monetaria fuese degradada
mediante un impulso anárquico de los gastos por encima de los ingresos
públicos, convirtiendo la unidad monetaria en una caricatura de lo que fuese el
dólar en solo unos meses?
¿ Votaron para que se violasen todas las leyes y
reglas migratorias para convertir la frontera sur en una burla y un sombrío
atentado contra la seguridad nacional, el presupuesto del gobierno, la
violación del derecho de los estados en cómo manejar a sus vecinos y destruir
sus políticas locales?
¿Votaron para que el país retirara sus tropas de
Afganistán de la peor manera, poner en peligro la vida de sus nacionales y sus
aliados y regalarle a sus enemigos 80,000 millones de dólares en armas
sofisticadas que mañana pueden ser la peor amenaza real contra la nación?
¿ Votaron para que el Gobierno Federal se convirtiese
en el centro de la política, desconociendo los derechos de los Estados que son
la fuente constitucional del Gobierno Federal?
¿Votaron para que una persona representativa de un
distrito electoral se convirtiese en dictadora de la Cámara de Representantes,
desconociendo los derechos de los demás distritos electorales representados por
el partido contrario?
Entre los muchos, muchísimos,
abusos de autoridad del gobierno actual, quizás el más grave a mediano plazo es
el aumento desmedido, alocado, frenético, del gasto público, muy por encima de
toda medida de equilibrio y muy destructivo de la base de la vida social: el
valor del dólar. Se traducirá – ya hemos empezado a verlo – en graves
desequilibrios entre la oferta y la demanda, tendientes a ciertas
escaseces y o encarecimientos de
materias primas, distorsión de los mercados laborales y una espiral de locos
desequilibrios de todos y cada uno de los factores y elementos de la economía
nacional. La anteposición de los objetivos politiqueros de enamoramiento de los
votantes locales mediante el otorgamiento de todo tipo de dinero público,
convierte la economía en una caricatura de si misma, a las palancas de uso del
interés o la emisión monetaria en una especie de burla.
La enorme gravedad de estas
locuras se vieron ya en los años 60 y 70 y sus consecuencias de todo tipo
fueron muy atentatorias del liderazgo del país en todo tipo de escenario. Ahora
esas locuras son acentuadas por el atentado paralelo a la capacidad productiva,
al liderazgo efectivo de la ciencia y la tecnología mediante el atentado a la
esencia de la calidad de la educación a todos los niveles, a la calidad de vida
local mediante el desequilibrio de la autoridad emergente de la propia
participación pública de los ciudadanos en la definición de su vida local, empujada
por un intervencionismo caprichoso de los gobiernos superiores en los asuntos
de los inferiores, en el papel de los padres en la definición de la educación
de sus hijos, y muchos otros.
La enorme importancia de la forma
y el contenido de nuestros documentos constitucionales, excepcionales para su
época y garantes del enorme progreso científico, social y económico de esta
gran nación está siendo horadada y degradada por un número creciente de
“militantes” que pretenden modificar esos preceptos a su particular visión del
mundo, a sus intereses individuales y de grupo y hasta a los intereses de otras
naciones enemigas de la nuestra. Por eso es tan importante impedir que un grupo
de individuos agrupados en un partido o institución desvíen a la nación de su
camino. Los electores, ciudadanos mayoritarios de esta gran nación son los
llamados a asegurar esa lealtad, modificando el absurdo abuso de poder de los
representantes elegidos y regresando el verdadero poder de decisión sobre lo
importante, a los votantes y no a ese grupo de poder llamado “políticos”.
La participación directa del
pueblo en la discusión y aprobación de la cosa pública es la solución.
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