La expresión que por antonomasia refleja, desde hace siglos, al concepto de infierno en toda su magnitud, por aplastantemente desesperanzador, lúgubre, y antihumano; y ante el cual “se pierde toda esperanza” por la extrema desolación que encierra, se ha conocido por la humanidad como “el infierno de Dante”, debido a la elocuencia de quien lo describió; es un “infierno dantesco”.
En la terrible y desesperanzadora,
desolada y lúgubre Cuba castrista, el infierno
adquiere un nuevo y quizás peor aún concepto, que denominamos, “infierno
castrista”.
Para una parte del mundo,
mantenido en la oscuridad informativa de la propaganda castrista y por la
siniestra complicidad de sus compañeros de viaje, de sus cómplices, de sus admiradores secretos, de sus
enamorados fascinados con la opresión que les permite el enriquecimiento sin declarar; mantener vicios inconfesables y otras muchas bajezas,
resulta “sorpresivo” que ahora se “enteren” de lo que muy bien saben, pero
ocultan celosamente:
-
la enorme
inmundicia en la que vive sumido el pueblo esclavizado, con un nivel de vida
subterráneo, con pésima alimentación, insalubridad, ausencia de
bienestar social, en un sufrimiento silencioso, destructor de sueños y aspiraciones;
-
lo que
pareciera imposible lo han superado totalmente, y peor aún, lo han tornado en inevitable, ciertamente aplastante y
sin salida alguna que no sea pavorosa.
-
Y cada día, cada hora, cada minuto, siempre es irremediablemente
peor que el anterior…hasta el clímax del máximo de la desesperanza.
Para aquellos que consideren este
enfoque exagerado, baste simplemente comparar el nivel de deterioro, de miseria, de
indignidad, de abulia, de antipatriotismo, de ausencia de decoro, de embrutecimiento,
de explotación extrema y exagerada, de esclavitud,
de ignorancia, de regreso al salvajismo, de represión abierta y descocada, de vesania, de insulto a los
creadores de la nacionalidad, de hambruna, de insalubridad; de robo descarado y
extremo del erario público, de retroceso de cientos de años en la vida social, económica, política, cultural, sanitaria, de toda una nación.
Un infierno tan absoluto y
aplastante, que ni los cementerios han escapado del desastre. Hace mucho que no
se respeta a los vivos. Pero ahora tampoco se respeta a los muertos; ni se
respetan a los hechos históricos. Y claro, que mucho menos, a la niñez. Cero respetos a la vida y la dignidad humanas.
Nada, absolutamente nada, escapa
del infierno castrista...
Baste recordar que el esgrimido
fantasma del carácter represivo con que fundaron
su odio inculcado al régimen de Batista y el supuesto “desprecio” que nos
tenían los vecinos norteamericanos, cuya ingeniería, sistemas administrativos, participación en el crecimiento asombroso que experimentamos en la
economía, en la atención y el cuidado de
la salud, en la industria, en la educación, en el transporte, fueron el ingrediente “secreto” del impetuoso
crecimiento de la prosperidad, de la vivienda, de la cultura popular, a niveles
muy por encima del resto del continente.
Pese a todas esas verdades y
realidades objetivas, la machacona industria de la mentira, del adoctrinamiento
y de la agitación para convertir a nuestros
mejores amigos y aliados en “enemigo a muerte” e inculcar un odio irracional a
ese bienestar, que hoy, después de 65 largos años de infierno castrista,
solo sería posible en un sueño de hadas.
El famoso principio de matar a
una rana mediante “subir la temperatura poco a poco en un caldero con agua permite
cocinarla sin que salte porque el cambio es paulatino y su sistema sensorial no
la hace consciente del final al que la llevan hasta que es irremediable” es
exactamente lo que han aplicado desde que comenzó el asalto a la nación en 1953.
La colaboración “desinteresada” del Departamento de
Estado Norteamericano, del New York Times y otros entes “liberales” que fueron
parte de esa conquista de la mente colectiva, fueron herramientas que permitieron cocinar a la rana sin remedio.
Pero cuando creemos que lo hemos
visto todo, nos asombran, con mucho más y peor.
Hay una “última”, desfachatada,
descarada, asquerosa y tremebunda acción del infierno castrista que
ha sido intimidar, por
televisión, a los cuatro vientos, en un programa oficial del gobierno, y en la
hora estelar de la TV nacional, mediante una especie de teatro bufo, conducido por
uno de los peores seres que se presta para lo que sea, y con la presencia
física de las mal llamadas “autoridades” oficialistas del “Tribunal Supremo” y del Ministerio del Acoso y la Represión.
El único, descarado y cínico fin
de esa payasada oficialista fue el de advertir a la población esclava que
“salir a protestar”, “quejarse de la situación en público o privado”, reclamar
cualquier supuesto “derecho conculcado” será, siniestramente juzgado, como
“sedición”, “incitación a delinquir”, “propaganda enemiga” o cualquier cosa que
se les ocurra; “delitos”, todos, que conllevarán obligatoriamente una sanción
de 30 años de cárcel, o hasta la pena de muerte por fusilamiento.
¿Han dicho algo sobre ese
descarado acoso e intimidación públicos las “respetables” organizaciones
internacionales?
Ni la Casa Blanca, ni los Guaracheros
de Regla, ni el Departamento de Blandenguería, han escuchado eso.
Ni ninguna de las respetables
organizaciones internacionales. Porque
de repente, solo están dedicadas a salvar a los terroristas de Hamas para que
puedan seguir haciendo lo que hace años y años saben hacer, con la complicidad,
el silencio y la “solidaridad” de todos ellos.
Una vez más es preciso recordar
algo que, aunque todos lo sabemos, parece necesario recordar cada rato.
El socio-comunismo-izquierdismo-
muy demócrata, está contaminado hace mucho y hasta lo más íntimo, por ese
cáncer invasivo, asesino en su fuero interno, que tiene casi doscientos
millones de víctimas y cuyo objetivo final es convertir a la mayor parte de la
humanidad en un sistema castrista.
En la misma tiranía, el mismo “infierno
castrista”. Comienza por “penetrar” con sus cantos de igualdad, su odio
a la dedicación al trabajo, para que esa contaminación se torne en destrucción,
en apoderarse de las capacidades vitales de la sociedad víctima y chuparle la
vida hasta dejarla sumida en el “infierno castrista”, donde todo es
perfecto, pero no funciona nada…más que la esclavitud a los “dirigentes”, seres
convertidos en perfectos por el poder. Incriticables. No apreciarles significa
se apóstata, deleznable, gusano inmundo.
Ahora, sorpresa, tienen
competencia interna: la oligarquía demócrata tiene un plan similar, pero
“más bonito”: Se llama la Agenda 2030 de la ONU. Una esclavitud
disfrazada con tecnología. Pero con iguales resultados: esclavitud. Pero
ahora justificada por un bla-bla-bla diferente, del siglo XXI, completamente
diferenciado del lenguaje apocalíptico del siglo XIX y su lucha de clases y
similares “tonterías” anacrónicas.
Ahora el cambio es para salvar
al mundo, de si mismo, del cambio climático, que es culpa suya; de
la población excesiva, que también es culpa suya; del cultivo de la
tierra y la crianza de animales, que también son culpa suya, para llegar al
similar estado de encantador paraíso que aquellos ofrecían, pero ahora
basado en la Inteligencia Artificial, en la administración perfecta de la
tecnología y en que no tener nada será una felicidad suprema.
Esclavitud paradisíaca. Comer hamburguesas de cucarachas. Eliminar la
“familia tradicional” para evitar que nazcan más hijos. Nada, boberías
para salvarnos de la destrucción autoinducida.
Escoger: del “infierno
castrista” al “infierno tecnológico”. Ya eso no nos permite
quedarnos al margen. O esclavos del “infierno castrista” o del “infierno
tecnológico”.
Impedir que eso suceda es nuestra
primera prioridad o seremos sus víctimas. De todas formas esclavos…Y el
problema lo tienes tocándote la puerta.
No hay forma de hacerse el que no
te enteras. Eso es de lo que se trata.
No se puede esconder la cabeza.
¿Peleas o te
rindes, ya?
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