Por siglos se ha entendido por “Democracia” el modelo
político donde gobierna “la mayoría”. Literalmente significa “gobierno del
pueblo”, de la mayoría. Desde la antigua Grecia, hasta nuestros días, eso ha
implicado un “dominio” de la mayoría sobre el resto de sus conciudadanos.
La ferocidad
de esa dominación se ha intentado “suavizar” con la introducción de un
sistema de leyes que la atenúe, y asegure ciertas libertades y
derechos básicos para todos los ciudadanos, a través de la
imposición de un sistema judicial en el que los acusados tengan ciertas
garantías procesales enmarcadas en un documento rector de esa forma de vivir:
una Constitución que “asegure” garantías y derechos, que defina y enmarque los
poderes gubernamentales, que establezca como se estructuran esos gobiernos a
toda escala: nacional, territorial, municipal y cuál es su forma de interconexión
y subordinación, y un relativamente grande mecanismo de aplicación de esas
reglas a la vida social.
Pero resulta
innegable que ese gobierno de la mayoría, de los que piensan y actúan de cierta
manera ante la propiedad, la distribución del ingreso, la existencia, el mantenimiento
y el aseguramiento de la voluntad de la mayoría que elije a sus “líderes” que
la “representan”, ejercen el poder, administran la cosa pública y están
encargados de asegurar esa “voluntad de la mayoría” con represión, a veces
abierta y a veces, velada, contra
quienes no la acaten.
Se generan abusos, corrupción, y otras formas de
manifestar ese “dominio” por sus “líderes”, que enmarcan su accionar en una
suerte de impunidad, que se deriva de su dominio sobre el poder, sobre las
autoridades, sobre los mecanismos sociales, y un gran etcétera de
consideraciones.
Casi todos los
entusiastas del gobierno de la mayoría desean que lo que la mayoría prefiere
(expresado generalmente por sus líderes), se imponga a raja tabla porque, “para
eso son la mayoría” y para eso fueron electos, por esa mayoría.
La expresión
suprema de esa forma de dominio a un nivel de dictadura abierta y descarada, se
encuentra en las llamadas “democracias socialistas”, donde se ejerce esa
dictadura en forma extrema, denominándola “dictadura del proletariado”,
partiendo del supuesto de que el “proletariado” y su “partido único” son la
mayoría efectiva y calificada.
Eso se convierte en el mayor ejercicio de abusos de todo
tipo al no existir ningún tipo de restricción al ejercicio de esa dictadura,
monda y lironda. Esa forma tan “lógica” de que la mayoría no tiene frenos ni
cortapisas para ejercer ese poder que dimana de ser “mayoría absoluta” le ha
costado a la humanidad entre 150 y 200 millones de muertes.
No obstante,
todavía hay seres humanos ejerciendo esa abominación, en lugares como Cuba,
China, Corea del Norte, Venezuela, entre otros y, lo que es peor, muchos otros
aspiran a instaurarlo donde no existe, con el inexplicable apoyo de muchos, ignorantes
de la realidad, de la historia y las terribles consecuencias de sus deseos.
Nuestros
Padres Fundadores, con el genio y la creatividad que les hiciera crear la
nación más poderos, próspera, libre y justa de este planeta, concluyeron,
acertadamente, que a la obvia monstruosidad que podría resultar de la
democracia de la mayoría absoluta y su distorsión absoluta de la
felicidad, crearon un concepto de “democracia republicana”.
Una sociedad basada en la mayoría, pero con garantías
específicas de libertades para la minoría. Con un sistema económico de
libertades, generador de la prosperidad
para todos y con un sistema de administración que le pone límites a la mayoría hasta
entonces, tradicional, sin frenos y sin garantías para la minoría o las
minorías.
Esa forma Republicana
de Democracia, posee los siguientes elementos atenuadores de la
potencial dictadura de la mayoría:
1.- Un Colegio Electoral que
balancee los intereses de la población de todos y cada uno de los Estados, para
evitar la tiranía, que de hecho se crearía, ejercida a perpetuidad por aquellos Estados donde la población es
mucho mayor que en los otros.
El Colegio
Electoral asegura que los intereses de todos los Estados (que son la esencia de
nuestra nación y que se unieron para constituirla por su propia voluntad y sin
menoscabo de su propia existencia), no se pisoteen por estados muy grandes,
como California, New York y otros, cuya población es mucho mayor por tener
ciudades cosmopolitas muy densamente pobladas y/o un tamaño desproporcionado
con muchos otros.
El propósito
específico del Colegio Electoral es impedir que un Partido sea dominante en esos Estados de
mayoría poblacional, mantengan posesión del poder central, obviamente en
detrimento de los intereses de la verdadera mayoría.
2.- Una Corte Suprema de Justicia
verdaderamente representativa del balance partidista, debido a que la sucesión
de administraciones de diferentes partidos impide que sea desproporcionada la
cantidad de jueces electos por el partido de turno en el poder, debido a que el
término “de por vida” de esos Jueces electos, impide una renovación drástica y
mono-partidista en su formación.
3.- Un Sistema Económico creado
a partir de la libre competencia, la libre participación, la eliminación de
regulaciones burocráticas que priven la formación de precios de mercado, que
aseguran el ejercicio de la libertad económica, y que logran que la igualdad
ante la Ley se corresponda con la igualdad ante el mercado, para asegurar una prosperidad
libre de preferencias y privilegios partidistas.
Estos tres
eslabones básicos de la República organizada por los Padres
de la Patria han sido, pisoteados por los políticos, en una sucesión de
intereses que, en la práctica han destruido
la igualdad y asegurado el
privilegio.
Los
políticos, en sucesivas generaciones, han ido creando un aparato
administrativo-gubernamental gigantesco, lleno de regulaciones, permisos,
inspecciones, autorizaciones o desautorizaciones administrativas, que pisotean
el concepto original, exigiendo una abundante imposición de
impuestos, tasas, fees, y todo tipo de recargos.
Como si fuera
poco,
ese aparato se reproduce en cada uno de los 50 estados, en cada unos de los
miles de condados, ciudades, municipios y territorios, transformando los
conceptos originales en letra muerta
y convirtiendo
la República en un estado socializado y generador la corroyente corrupción,
derivada de la participación arbitraria de individuos en las decisiones
económicas, financieras, empresariales y administrativas, en un fenómeno
destructor de la moral pública.
La arbitraria
politización de las decisiones y la desconexión
entre los principios, las tareas y los recursos, han desbalanceado
de forma sistemática los presupuestos,
con una emisión monetaria generadora de
una galopante inflación, que destruye la moneda, los ingresos de los
ciudadanos dependientes de un salario, y consolida la arbitrariedad del partido
en el poder para utilizar los recursos, creados por todos.
Desde su
creación, ha habido una insistente intención de destruir esa democracia republicana y sustituirla por la
tradicional “democracia” de la mayoría absoluta, sin contrapesos.
Agrupados en
el Partido Demócrata, vemos la insistencia en conseguir votos para lograr
una mayoría absoluta sin contrapesos, utilizando mecanismos de todo tipo, desde
el populismo hasta la inmigración; desde la creación de aparatos sustitutos de
la participación y el mercado, hasta el sabotaje a la libre competencia y la
economía de mercado, basándose en la aspiración a un igualitarismo chato, en
una equivalencia de géneros y sexualidades, en una creación de subvencionados
clientelares, y otros muchos e incesantes acosos a la libertad económica, a la
libre expresión, a la destrucción de valores tradicionales, sustituyéndolos por
supuestos derechos que deben financiar los impuestos de los creadores de
riqueza y oportunidades.
Esa monstruosidad
se ha tornado, con el tiempo y la complicidad
de muchos supuestos “conservadores” en el llamado “pantano” de la burocracia federal, estatal, condal y municipal, que no
solo medra y vive de los demás, sino les condena a una moneda devaluada por la
inflación y los gastos alegres de la burocracia actual.
La democracia
de las mayorías absolutas solo genera arbitrariedad, retroceso en vez de
progreso, pobreza en vez de prosperidad y pone en entre-dicho la libertad, al
generar una clase política con poderes superiores a los de los ciudadanos, una
corrupción destructora de la sociedad y una destrucción a mediano y largo
plazo, como la generó en todas partes donde se ha aplicado, desde Grecia,
Roma, Europa, el mundo comunista y, nos destruirá también por los enormes
problemas que conlleva, por lo cual nuestros geniales fundadores crearon la
democracia republicana.
Es necesario
regresar a la República, a la democracia que diseñaron los fundadores de la
nación que apenas en unos pocos años, mostró su inmensa superioridad,
convirtiendo a la nación en la más poderosa, próspera y libre del planeta.
Reclutar los votantes para asegurar el
regreso a la riqueza, la fortaleza social, el imperio de la Ley, requiere
ejercer el voto de forma responsable y elegir a los aspirantes que representan
esos conceptos de la República, grande, próspera, fuerte y segura para todos y
no para unos pocos, en nombre de la mayoría.
Esa es la tarea de los patriotas y los
ciudadanos de sentido común de nuestra época.
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