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Tuesday, January 3, 2017

La Corrupción: Freno al Desarrollo y la Prosperidad para Hacer América Grande Otra Vez

Con el olfato que caracteriza al pueblo norteamericano, una buena parte de los “rallies” con el entonces candidato Donald Trump, se vieron llenos de un clamor político, en esa conjugación  tan especial que ocurrió entre el candidato que representaba las aspiraciones del pueblo, y ese pueblo: “Drain the Swamp…” rugía la multitud, para referirse al deseo de erradicar la corrupción, representada por aquellos políticos, cabilderos y otros especímenes de similar categoría, dedicados a vivir en el “establishment”, para el “establishment” y en el “establishment”, los cuáles fueron, son y serán los oponentes del Candidato entonces y del Presidente Electo ahora.

Por qué esa especial categoría de personas que cultivan el tráfico de influencias en sus muy diversas manifestaciones, son identificadas como habitantes de esa “ciénaga” que la población genéricamente así llama, y por qué el ciudadano común quiere “desecar” la ciénaga para que desaparezca?
Pues hay un problema de degeneración de la política, que se convierte en “tráfico de influencias” y que se convierte en la peor ponzoña para la democracia, la ética y la moralidad, que genera un creciente desapego del ciudadano por la cosa pública y que transforma esa cosa pública en un negocio privado, donde solo pueden convivir los que practican esa forma de vivir. Cuando los aspirantes a posiciones electas solamente están interesados en convertirse posteriormente a su elección en cabilderos para aprovechar las relaciones con sus antiguos colegas y ejercer el tráfico de influencias como una “profesión”, cuando los empleados y ejecutivos gubernamentales se jubilan para convertirse en “vendedores” de los servicios que anteriormente contrataban, cuando los encargados del manejo diario de la cosa pública se transforman en agentes pagados de empresas y gobiernos extranjeros que trafican esas influencias en perjuicio de nuestra sociedad…todo eso es exactamente lo contrario a lo que es el fundamento de un Gobierno Democrático: la virtud.
Al convertir la virtud y la ética en su contrario, se apodera de la cosa pública un enorme desdén por el verdadero servicio público. Se disfraza como deseo de servir a los apetitos más aberrados… y comienza un sistema de complacencia pública ante los precios exagerados de los bienes y servicios que esconden coimas y enriquecimiento ilícito; toda obra pública se torna un barril sin fondo de recursos y una eternidad en la terminación  de obras y proyectos… en fin es el deterioro más brutal de la conciencia, lo que es aprovechado por los enemigos de la sociedad para traicionarla en nombre del servicio público.
Las consecuencias de tal estado de cosas resultan muy evidente en muchos países, donde los gobernantes constantemente son acusados por practicar ese enriquecimiento ilícito y los países ven totalmente descarrilados sus caminos, las sociedades involucionan y la moral pública es repugnante.
Lo que siempre ha sido un signo definitorio de nuestro país, la Ley y el hacerla cumplir, comienza por casa, por los funcionarios públicos. Erradicar esas manifestaciones es condición de que la Nación vuelva a ser el paradigma que hasta sus enemigos siempre respetaron, con el doble beneficio de un camino seguro a la grandeza y a la prosperidad, sin que pueda  ser menoscabada por los intereses creados en la “ciénaga”.
Hacer América Grande Otra Vez pasa también por el rescate de esos valores.

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