Todos
sabemos que esto es probadamente cierto. Pero muchas veces se olvida, o se
relega, por estar ocupado en otros asuntos sociales. Por insistir en descubrir “la
paja en el ojo ajeno y no ver el tronco en el propio”. No puede haber una sociedad medianamente aceptable
para sus integrantes, sin una economía viable, eficiente, que produzca mucho
más de lo que emplea en producir, que tenga suficiente riqueza para mantener
confortables a todos sus miembros, incluyendo los que no pueden trabajar, que
mantenga la sociedad segura y protegida, el ambiente sano, la educación de las
futuras generaciones con una calidad y actualidad de clase internacional, que pueda disponer de los recursos que
necesita para mantener, hacer crecer y desarrollar la calidad de la vida en sociedad,
en fin, lo que los economistas llamamos realizar una reproducción ampliada, que
asegure la eficiencia actual y también la de los próximos años.
La vida
social ha demostrado fehacientemente el error de aquellos líderes que han ignorado eso.
Tanto los líderes que han cometido ese error por estar muy ocupados tratando de
solucionar prioritariamente otros problemas así como por otros que lo han hecho conscientemente,
para imponer transformaciones de ingeniería social radicales. Ambos han pagado
ese error. Un caso clásico, lo recoge la lapidaria frase de los 90: “it’s the economy, stupid” que hizo perder la
re-elección a un Presidente que un año antes tenía el apoyo mayoritario del
electorado, y que confiado en ello,
sordo de sus propias promesas, perdió ese apoyo y la Presidencia. Los
más conocidos son aquellos gobernantes empecinados en imponer modelos
económico-sociales enfocados al igualitarismo, los que han terminado en el estancamiento,
el fracaso, la imposición por la fuerza y su conversión en una monstruosa
tiranía. El basurero de la historia está repleto de esos casos.
Como una
paradoja curiosa encontramos que los autores de la lapidaria frase ”it’s the
economy, stupid”, sucumbieron políticamente ellos mismos al ignorarla, al
priorizar otras cosas.
Esto
significa que lo único que no puede olvidarse por gobernantes, políticos,
líderes y expertos, profesionales, asesores…es que la economía es primero.
Crear el medio ambiente necesario a la prosperidad general, asegurar el
crecimiento incesante y sostenido del proceso económico es obligatoriamente el
único camino al éxito político. Acabamos de ver esa realidad: el único actor de
la escena política que convirtió ese principio en la brújula de su campaña
política, venció de manera aplastante no solo a sus opositores, sino que lo
hizo en contra de una buena parte importante de los propios “gurús” del partido
propio, los cuáles se negaron a apoyarle
a toda costa y contra todo augurio fue el ganador absoluto, indiscutido
y popularmente proclamado como “salvador” de la parte más importante del
electorado: la mayoría ciudadana que vive de su trabajo.
Creó inmunidad a sus
propios errores personales y se convirtió en un imán para los votantes, no importa
las campañas masivas en su contra de contrincantes y “amigos”, a los cuáles
dejó aplastados en todas sus aspiraciones y creando un clima de apoyo popular
nunca visto que ha provocado el asombro del país y del mundo. Un billonario de
cuello azul.
El
secreto: leer claramente lo que el electorado desea. El bienestar y la
seguridad económicas, la certidumbre de una existencia digna, con empleo y garante del futuro de sus
descendientes. Para ello es necesario la recuperación inmediata de la economía
productiva, liberarla de las trabas y regulaciones que mantienen estancado el
crecimiento y el surgimiento de nuevas empresas, facilitar una estructura de
servicios sociales que reafirme el desarrollo económico, abordar los problemas
seculares de la marginalización social que aparenta muchas causas, pero que verdaderamente tiene una sola y principal: la marginalización económica, la
pobreza, que fomenta el vicio, la violencia, el caos y que solamente se
resuelve desapareciendo esa marginalización económica; reordenar la prioridad
en el uso de los recursos sociales privilegiando todo aquello que fortalece a
la nación y a su clase mayoritaria, reforzar la capacidad de negociación del
país para recuperar mercados internacionales perdidos por la ausencia de una
prioridad de esa política y reforzar la defensa por el caos internacional
existente desde hace más de una década, provocado en buena medida por no
ejercicio del liderazgo histórico del, país vencedor de dos guerras mundiales,
reconstructor de continentes enteros
desvastados, creador del sistema económico-empresarial más exitoso de la
historia humana y que fue relegado por la miopía de su propia clase social
dirigente, que ahora se encuentra perpleja de la realidad que le ha caído en la
cabeza, de sorpresa, a pesar que hace años todos lo veían, sin verlo, como al
Rey desnudo de la fábula.
En eso
consiste “Hacer América Grande Otra Vez”. En una paradójica “back to the future”
que todo el mundo ha tenido frente a sus ojos por décadas, pero no lo han visto
los supuestos encargados de haberlo visto primero. Ese es el genio, el talento,
de Donald Trump: leer los pensamientos y las aspiraciones de la mayoría e instrumentar el movimiento de
un cambio social que empuje por ello. Ahora le toca crear un equipo de
eficientes instrumentadores de todos y cada uno de esos elementos para que el
movimiento social que inició se convierta en una segunda etapa histórica de la
grandeza del país y del genio de sus fundadores.
Incluyendo
los que no lo vieron, pero estén dispuestos a poner su esfuerzo para
enmendarlo y colaborar de buena fe a llevarlo a cabo.
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