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Friday, December 16, 2016

Para hacer grande al país, primero hay que hacer grande a la economía

Todos sabemos que esto es probadamente cierto. Pero muchas veces se olvida, o se relega, por estar ocupado en otros asuntos sociales. Por insistir en descubrir “la paja en el ojo ajeno y no ver el tronco en el propio”.  No puede haber una sociedad medianamente aceptable para sus integrantes, sin una economía viable, eficiente, que produzca mucho más de lo que emplea en producir, que tenga suficiente riqueza para mantener confortables a todos sus miembros, incluyendo los que no pueden trabajar, que mantenga la sociedad segura y protegida, el ambiente sano, la educación de las futuras generaciones con una calidad y actualidad de clase internacional,  que pueda disponer de los recursos que necesita para mantener, hacer crecer y desarrollar la calidad de la vida en sociedad, en fin, lo que los economistas llamamos realizar una reproducción ampliada, que asegure la eficiencia actual y también la de los próximos años.

La vida social ha demostrado fehacientemente el error  de aquellos líderes que han ignorado eso. 

Tanto los líderes que han cometido ese error por estar muy ocupados tratando de solucionar prioritariamente otros problemas así  como por otros que lo han hecho conscientemente, para imponer transformaciones de ingeniería social radicales. Ambos han pagado ese error. Un caso clásico, lo recoge la lapidaria frase de los 90: it’s the  economy, stupid que hizo perder la re-elección a un Presidente que un año antes tenía el apoyo mayoritario del electorado, y que confiado en ello,  sordo de sus propias promesas, perdió ese apoyo y la Presidencia. Los más conocidos son aquellos gobernantes empecinados en imponer modelos económico-sociales enfocados al igualitarismo, los que han terminado en el estancamiento, el fracaso, la imposición por la fuerza y su conversión en una monstruosa tiranía. El basurero de la historia está repleto de esos casos. 

Como una paradoja curiosa encontramos que los autores de la lapidaria frase ”it’s the economy, stupid”, sucumbieron políticamente ellos mismos al ignorarla, al priorizar otras cosas.

Esto significa que lo único que no puede olvidarse por gobernantes, políticos, líderes y expertos, profesionales, asesores…es que la economía es primero. Crear el medio ambiente necesario a la prosperidad general, asegurar el crecimiento incesante y sostenido del proceso económico es obligatoriamente el único camino al éxito político. Acabamos de ver esa realidad: el único actor de la escena política que convirtió ese principio en la brújula de su campaña política, venció de manera aplastante no solo a sus opositores, sino que lo hizo en contra de una buena parte importante de los propios “gurús” del partido propio, los cuáles se negaron a apoyarle  a toda costa y contra todo augurio fue el ganador absoluto, indiscutido y popularmente proclamado como “salvador” de la parte más importante del electorado: la mayoría ciudadana que vive de su trabajo. 

Creó inmunidad a sus propios errores personales y se convirtió en un imán para los votantes, no importa las campañas masivas en su contra de contrincantes y “amigos”, a los cuáles dejó aplastados en todas sus aspiraciones y creando un clima de apoyo popular nunca visto que ha provocado el asombro del país y del mundo. Un billonario de cuello azul.

El secreto: leer claramente lo que el electorado desea. El bienestar y la seguridad económicas, la certidumbre de una existencia digna,  con empleo y garante del futuro de sus descendientes. Para ello es necesario la recuperación inmediata de la economía productiva, liberarla de las trabas y regulaciones que mantienen estancado el crecimiento y el surgimiento de nuevas empresas, facilitar una estructura de servicios sociales que reafirme el desarrollo económico, abordar los problemas seculares de la marginalización social que aparenta muchas causas, pero que verdaderamente tiene una sola y principal: la marginalización económica, la pobreza, que fomenta el vicio, la violencia, el caos y que solamente se resuelve desapareciendo esa marginalización económica; reordenar la prioridad en el uso de los recursos sociales privilegiando todo aquello que fortalece a la nación y a su clase mayoritaria, reforzar la capacidad de negociación del país para recuperar mercados internacionales perdidos por la ausencia de una prioridad de esa política y reforzar la defensa por el caos internacional existente desde hace más de una década, provocado en buena medida por no ejercicio del liderazgo histórico del, país vencedor de dos guerras mundiales, reconstructor de  continentes enteros desvastados, creador del sistema económico-empresarial más exitoso de la historia humana y que fue relegado por la miopía de su propia clase social dirigente, que ahora se encuentra perpleja de la realidad que le ha caído en la cabeza, de sorpresa, a pesar que hace años todos lo veían, sin verlo, como al Rey desnudo de la fábula.

En eso consiste “Hacer América Grande Otra Vez”. En una paradójica “back to the future” que todo el mundo ha tenido frente a sus ojos por décadas, pero no lo han visto los supuestos encargados de haberlo visto primero. Ese es el genio, el talento, de Donald Trump: leer los pensamientos y las aspiraciones  de la mayoría e instrumentar el movimiento de un cambio social que empuje por ello. Ahora le toca crear un equipo de eficientes instrumentadores de todos y cada uno de esos elementos para que el movimiento social que inició se convierta en una segunda etapa histórica de la grandeza del país y del genio de sus fundadores.

Incluyendo los que no lo vieron, pero estén dispuestos a poner su esfuerzo para enmendarlo y colaborar de buena fe a llevarlo a cabo.



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